El mágico mundo de las flautas de Pan

(Foto: Wikimedia)

Cuenta el mito que la ninfa Siringa, huyendo del asedio amoroso del no muy agraciado dios Pan, pidió ayuda a sus hermanas, que la transformaron en cañaveral para librarla de su perseguidor. Pan quedó entonces conmovido por el susurrante rumor de las cañas mecidas por el viento y se construyó un instrumento para emular aquel seductor sonido con su aliento. Así nació la flauta de Pan, siringa o zampoña, como se conoce en español.

En Latinoamérica, el instrumento también tiene su parte de mito, pues es un símbolo sonoro del pasado prehispánico, tal y como revela el experto Edgardo Civallero, que acaba de publicar el libro Flautas de pan de las tierras bajas de América del Sur: “Los instrumentos de raigambre prehispánica -–no solo la flauta de Pan-– han servido como una especie de ‘símbolo’ de la realidad indígena, aunque no siempre han sido apreciados, pues hay que recordar que, hasta hace poco más de medio siglo, la música indígena era despreciada en buena parte de América”, explica Civallero en entrevista con Deutsche Welle. “A partir de la década de los años 70, con la recuperación de ciertas identidades sonoras, esos instrumentos volvieron a ocupar un puesto importante en el imaginario colectivo y social latinoamericano”.

Canal de conexión entre pasado y presente

Además de este valor simbólico, la zampoña desempeña la función de conectar la sociedad moderna con la ancestral tradición sonora de la región: “La sencillez de su construcción e interpretación, su particular sonido, y las posibilidades de arreglos musicales colectivos que permite, hacen que el instrumento sea uno de los preferidos a la hora de introducir a los jóvenes en el rico universo de la música tradicional”, dice Civallero.

En la última década, han surgido en Latinoamérica muchos grupos que tocan la también llamada flauta de Pan: “Es un fenómeno muy curioso, que se da sobre todo a nivel urbano”, prosigue Civallero. “Las numerosísimas bandas de sikuris (intérpretes de sikus o flautas andinas de doble hilera) copian el modelo de interpretación y el repertorio de los conjuntos tradicionales del altiplano peruano-boliviano, pertenecientes sobre todo al pueblo aymara. En la actualidad, la flauta de Pan está muy asociada al siku altiplánico, y a los valores vinculados a su interpretación”, continúa el experto.

Un instrumento típico de Latinoamérica

Pero ¿por qué asociamos el instrumento precisamente con Latinoamérica? Hay zampoñas en muchas partes del mundo, pero su mayor presencia en aquella zona geográfica podría deberse a la abundancia del principal material con que se fabrica: “La mayor diversidad de especies de caña se encuentra en determinados pisos y nichos ecológicos: bosques húmedos centroamericanos y sudamericanos y ‘cejas de selva’ andinas”, opina el experto.

En un territorio tan extenso, las variantes del instrumento son amplísimas, tanto en la forma y el material de fabricación, como en el uso que se da a la música que de ellos se extrae.

“Las flautas de Pan reflejan la inagotable capacidad creadora del ser humano”, asegura Civallero. Las hay sencillas, construidas por los propios músicos según la tradición, pero también las hay muy sofisticadas: “En las tierras altas andinas, son bastante complejas y se tocan en enormes conjuntos de hasta medio centenar de personas, con un innegable significado ceremonial. Su interpretación está asociada a una gran cantidad de valores simbólicos, como la dualidad andina, la solidaridad, la espiritualidad, lo ancestral… Por ello, su construcción es un trabajo especializado, realizado por los célebres luriris, un término aymara que significa ‘hacedor’, ‘constructor‘”, explica.

Este uso contrasta con el que se da al instrumento en las tierras bajas: “Allí se utiliza tanto de forma recreativa en el ámbito personal, como para acompañar danzas rituales o festividades en momentos muy concretos del año, cumpliendo un poderoso rol simbólico. Además, en ciertos pueblos indígenas, las flautas de Pan entran a formar parte del horizonte mítico, apareciendo en sus relatos legendarios”, dice Civallero.

Majestuosa sonoridad

Hay curiosidades que envuelven al instrumento de un halo ritual: “Las cañas de los rondadores ecuatorianos suelen sellarse usando grasa de gallina, y no son pocas las flautas de Pan que, de acuerdo con la tradición, deben emborracharse con aguardiente u otra bebida alcohólica o ser ‘ahogadas’ en una laguna para mejorar su sonido. En las comunidades indígenas andinas más tradicionales, las flautas de Pan son instrumentos vetados a las mujeres, ya que se dice que el hecho de soplarlas podría acarrearles graves problemas de salud e incluso dejarlas estériles”, relata el experto.

Además de su atrayente sonoridad, las flautas de Pan cuentan en ocasiones con un aspecto que llama poderosamente la atención: “Las más hermosas son, en mi opinión, las majestuosas flautas de Pan andinas, sobre todo los jach’a sikus, enormes ejemplares que pueden alcanzar hasta dos metros de longitud. En medio del altiplano, a más de 3.000 metros de altura, rodeados por paisajes imponentes e interpretando melodías que aún siguen enraizadas en la noche de los tiempos, el sonido de esas flautas causa escalofríos”, concluye Civallero.

(Fuente: Deutsche Welle )

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