Kaláshnikov o la invención del arma del pueblo
Por: EFE/Ignacio Ortega
La película rusa Kaláshnikov cuenta cómo un hombre nacido en un pueblo perdido de Siberia, sin apenas educación, hijo de campesinos represaliados y herido de guerra, ideó el fusil más popular y más mortífero del siglo XX, el AK-47.
“Mijaíl Kaláshnikov era un auténtico patriota. Inventó el fusil sólo para defenderse del enemigo”, comentó a Efe Nelli, hija mayor del legendario armero (1919-2013).
La escabechina de la que fue testigo en el campo de batalla fue lo que llevó a un desconocido sargento a crear un arma que permitiera al Ejército Rojo ganar la guerra, pero el AK-47 nunca llegó a disparar contra el invasor alemán.
Eso atormentó toda la vida a Kaláshnikov, el protagonista de un filme – que se estrena al gran público el próximo 20 de febrero -, que cuenta los seis años de vida que van desde que fue herido cuando combatía en un tanque (1941) hasta que el fusil fue adoptado por el Ejército Soviético (1948).
El episodio en el que un soldado murió a manos de los alemanes porque se le encasquilló el arma le convenció de que su destino no era combatir en el frente, sino trabajar en la retaguardia.
“La película es fantástica, histórica y verídica. Describe muy bien el carácter de Mijaíl Kaláshnikov, su obstinación, perseverancia y amor por el trabajo. Mi padre vivió durante 93 años una vida tan bonita e interesante que casi da envidia”, señaló Nelli.
Kaláshnikov es uno de los apellidos rusos más conocidos en el mundo, pero pocos saben sobre los obstáculos que el diseñador de armas tuvo que superar para llegar a su destino.
Nacido en un pueblo de la región de Altái, el protagonista tuvo que luchar contra los prejuicios sociales e ideológicos, ya que su familia fue perseguida por tratarse de campesinos propietarios.
“Mi única culpa es ser hijo de campesinos despojados de sus tierras”, dice durante la cinta.
Un autodidacta que “no sabía cómo hacer un plano”, pero cuyo fusil se ha disparado en todos los conflictos que han asolado el mundo durante los últimos sesenta años desde la guerra de Vietnam a la de Irak.
La película, rodada con ocasión del centenario de su nacimiento y en vísperas del 75 aniversario de la victoria sobre la Alemania nazi, fue rodada en las afueras de Moscú y San Petersburgo, y en Crimea.
Kaláshnikov está en la línea de las películas históricas y bélicas financiadas en los últimos años por el ministerio de Cultura en un intento de contrarrestar la “propaganda de Hollywood”, pero no cae en el patrioterismo barato, ya que logra humanizar al héroe en cuestión.
“No es patriótica, es una película honesta. Tampoco quisimos incluir ninguna provocación para llamar la atención del público occidental. Nadie es profeta en su tierra. Ni siquiera Kaláshnikov. Para ser un héroe, hay que morir”, señaló el director Konstantín Buslov.
De hecho, llegado el momento ni se alegra cuando su sueño se cumple – el fusil supera la prueba de tiro tras ser hundido repetidamente en el agua y en la arena -, ya que el AK-47 no pudo ser usado contra los nazis.
“Era un hombre muy simple, un hombre de campo enamorado de una idea, cuya realización se alargó durante varios años en los que Kaláshnikov vivió toda una vida, soñó, amó y cumplió su destino”, explicó a Efe el protagonista, Yuri Borísov.
En su opinión, aunque la película está dirigida al público ruso, puede ser apreciada en cualquier lugar del mundo.
“No importa su origen. Es un personaje universal. Mucha gente se topa en la vida con dificultades mientras persigue su sueño. Kaláshnikov fue un humilde ruso que llegó a crear el AK-47. Eso es todo”, explica.
Con todo, al actor no se le va de la cabeza que medio año antes de morir Kaláshnikov escribió una carta al Patriarca de la Iglesia Ortodoxa Rusa, ya que entendió que había creado “un arma que mataba gente en todo el mundo”.
“El dolor que tengo en mi alma es insoportable. Una pregunta sin respuesta retumba una y otra vez: ya que mi fusil mató tanta gente, ¿soy yo, Mijaíl Kaláshnikov, de 93 años, hijo de campesinos, cristiano y de fe ortodoxa, culpable de su muerte, incluso si se trata de enemigos?”, señalaba la carta.
El Patriarca le respondió, pero no consideró necesario perdonarle, ya que la Iglesia rusa apoya a todos los que defienden a la patria y Kaláshnikov no es culpable de que el AK-47 sea utilizado para matar inocentes.
En los últimos años de su vida Kaláshnikov admitió en conversaciones con sus descendientes que “no estaba preparado” para la universalización de su invención como un arma “contra la humanidad” en manos de terroristas.
“Yo hablé muchas veces con él sobre Dios y la religión. Decía que todo lo que hizo, lo hizo por la patria (…), pero después sintió un poco de decepción e incluso algo de culpa…”, comentó su hijastra.
Fuente: EFE