Lima: Pasado, presente y futuro de una ciudad apasionante
José Miguel Silva @jomisilvamerino
Pese a que muchos afirman que no fue un desalojo sino un ‘rescate sanitario’, la acción de la Municipalidad de Lima sobre el exmercado de La Parada – hace seis días – acabó con un cúmulo de recuerdos de todo tipo en torno a la Lima del siglo pasado.
Conversamos sobre este y otros temas con Aldo Panfichi, sociólogo y coeditor del libro Lima, siglo XX: cultura, socialización y cambio (PUCP, 2013), una publicación que mediante 15 ensayos busca traerse abajo la idea de que la capital peruana es una ciudad laberíntica y más bien la configura como una ciudad archipiélago.
¿Qué parte de Lima se fue con el llamado ‘Rescate Sanitario’ de La Parada?
La Parada tiene mucha significación en la historia urbana de la ciudad. Fue el lugar de encuentro entre el mundo criollo, urbano y el mundo migrante en sus primeros encuentros. Porque el mercado mayorista era el lugar de llegada de mucha de la producción que venía sobre todo del Valle del Mantaro, de los andes, pero al mismo tiempo alrededor de La Parada se generaron hoteles, talleres de mecánicas, paraderos de ómnibus interprovinciales, corralones y casas colectivas. Ahí ocurre un encuentro entre el mundo criollo dominante en los cincuentas y sesentas y el mundo inmigrante de origen andino. Alrededor de La Parada hay mucha historia. Incluso Humareda, el pintor, que vivía en los altos del Hotel Sucre que también registraba este mundo de marginalidad. Ahora, esto que sucede con La Parada también ocurrió en la Colonia.
¿Cómo así?
Ocurrió en la zona de ‘Maravillas’ en Barrios Altos, que era la puerta de entrada de animales de carga que venían también del Valle del Mantaro y entraban a la ciudad. Y en la zona del Jirón Junín se quedaban los animales. Había lugares de carga y descarga, chinganas, bares, alojamientos, prostitución y vida nocturna. Lo que te quiero decir es que en la ciudad siempre hubo un espacio de encuentro entre una cultura que ingresa a una ciudad dominada por otra cultura más dominante. Ocurrió en el Siglo XVIII y ahora en el Siglo XX con La Parada.
El mercado era solo un elemento dentro de un ‘mundo’.
El mercado y el puerto son espacios públicos de profundo intercambio comercial, social, de interacciones de distintos grupos, y en ese sentido, Lima siempre ha tenido estos lugares que siempre han sido algo marginales y que con el transcurso del tiempo se convierten en centrales. Claro, La Parada era un lugar marginal como punto de entrada de la ciudad, igual como lo fue Barrios Altos en su momento. Ambos terminaron ubicados en el centro de la ciudad. Hay una larga tradición de espacio público, de plaza, de mercado, de una población multiétnica, de distintos grupos y hay varios registros de ello.
¿Qué etapa se cerró con el fin de La Parada?
El desalojo significa cancelar La Parada como un crisol de encuentro representativo del Siglo XX. No es gratuito que ocurra a inicios del siglo XXI. El desalojo cierra esta etapa y ya no hay una ‘Parada’, sino múltiples ‘Paraditas’ en diversas partes de la ciudad y creo que – así como ya no hay un centro, sino varios – no va a haber un solo lugar de encuentro de esta dimensión.
¿Hay gente que piensa que al desalojar La Parada se ha ‘limpiado’ Lima, en el sentido negativo del término?
Sí, yo creo que hay una visión ‘higienista’ (de higiene social). En la historia de Lima esto es algo recurrente, que tiene que ver con visiones diferentes de lo que es salud pública como también higiene y patrones de conducta respecto a otros grupos sociales. Por ejemplo, la primera gran campaña de higiene social fueron los callejones del Centro de Lima en los años 20 y 30. Se decía que el hacinamiento de los tugurios y de los callejones generaba patología. Hubo toda una política pública de desalojo de callejones, de fumigarlos y de derrumbar, por ejemplo el famoso ‘Callejón Otayza’, que era el más grande del Barrio Chino. Ahí incluso Vallejo se iba a fumar su opio ahí. Tenía como una mini ciudad adentro, con restaurantes, casas de juego, fumadores de opio, peleas de gallos y además viviendas. En esa época, la Municipalidad de Lima planteó el tema de la higiene social y la posibilidad de las epidemias como una amenaza pública. Desarrollaron toda una política de desalojos de aquellos callejones que estaban en peores condiciones y que tenían graves problemas de desagüe. Esto, que era una preocupación ‘higienista’, también escondía ciertas percepciones racistas.
La idea de desaparecer al otro.
Desaparecerlo, moverlos a otro lado o por lo menos sacarlos del centro de Lima. Estas preocupaciones higienistas parecen estar en el subconsciente porque luego aparecen con el tema de las playas. Uno de los temas que aparecen en la separación de la playa pública y la privada es que se acusa a los que vienen de la primera de comer en la tierra, traer sus animales, hacer la pila en el agua, etc. La idea de que todo eso es un tema de higiene. Entonces, no es que no se les deje entrar por racismo, sino porque son cochinos. Esto también tiene que ver con el tema del roce. Es cierto, se produce ciertos desechos en el mar o en la arena, pero a su vez es una forma de enfatizar o marcar distancias con el diferente. Esto aparece nuevamente con La Parada. Hay una acumulación de basura, pero lo que llama la atención es que este es el argumento definitivo. Luego de varios meses de disputas, se produce una legitimidad social que repercute en cierto apoyo judicial, porque ya se trata de un foco infeccioso. Es un recurso que se utiliza pero que está en la mente de nosotros por mucho tiempo.
Hablemos de los símbolos. Antes, en la parte final de la migración desde las provincias hacia Lima, se veía esto de la banderita en las viviendas. El caso se ha repetido esta vez en La Parada. ¿Hasta cuándo permanecerá esta ‘costumbre’?
Acá hay un patrón bien interesante que se construye durante las invasiones de terrenos, que tiene que ver con una expresión simbólica. El hecho de la bandera en las invasiones tenía dos motivos: el primero buscaba detener a las fuerzas de seguridad reclamando una pertenencia a la peruanidad. “¿Me vas a venir a atacar? Si yo soy peruano. No puedes ir contra el Perú”. Además está el tema de que las Fuerzas Armadas o Policiales son educadas en amor a la patria por lo que no podrían atacar a la bandera. Este es un reclamo del derecho a la vivienda, pero también a ser parte del Perú. Esto es bien claro en los cincuentas o sesentas. Luego vendría la necesidad de buscar protección política.
Asignándole nombres de personalidades a los nuevos asentamientos humanos…
Así es. Keiko Fujimori, Alan García, Juan Velasco Alvarado, María Delgado de Odría, Manuel Odría, etc. “Soy parte de Perú y – al mismo tiempo – mi padrino me protege”. El tercer elemento es la oportunidad. Ocupar un sitio en Año Nuevo, en 28 de julio y casi siempre de noche. Así pues, al amanecer, ya todo está copado y lotizado y con chozas, para reclamar y decir “vivo acá y tengo la posesión del terreno”. La lucha de la propiedad empieza con esto, con los posesionarios. Entonces, es una estrategia que se ha ido perfeccionando en el camino, que tiene que ver con todos estos elementos.
Y que persiste hasta el hoy.
Claro. Es casi como un repertorio de acción colectiva. Debes cumplir los pasos. Esto demuestra que estamos ante algo organizado y con alguien que lo está pensando. Ahora, en el tema de La Parada, el uso de estos símbolos (bandera y canto del himno nacional), obviamente, no hay una ocupación de la noche a la mañana, tampoco hay el reclamo de un padrino, pero sí la idea de la patria. La bandera y el hecho de que somos parte de esta patria y las Fuerzas Policiales no pueden atacar a alguien que tiene una bandera. Más aún con un gobierno nacionalista.
Sobre el libro
¿Bajo qué noción de cultura agrupó usted y Carlos Aguirre los quince ensayos?
En realidad hay una noción de culturas en plural porque el libro parte de una insatisfacción con las dicotomías que reduce la realidad a simplificaciones que son, por ejemplo, pensar que hay la Lima de migrantes, la emprendedora, la burguesa o adinerada como ‘Limas’ irreconciliables. Nuestra idea no era la de una cultura limeña, sino de que siempre existieron muchas culturas. Y esa diversidad de culturas ha coexistido, han peleado, se han mezclado, han creado mestizajes. La heterogeneidad, la pluralidad , la diversidad, es la marca de la ciudad y no la homogeneización. La cultura, bajo ese punto de vista, son distintas formas de vivir, de entender y de darle sentido a la vida que organizan los grupos humanos. Por eso tratamos de mostrar una expresión de distintas culturas en encuentro con otras. Siempre en contacto y generando interacciones.
¿Por qué si Lima avanzó tanto al norte y al sur, Barrios Altos se quedó estancado?
Un elemento importante es la estructura de propiedad urbana del centro de Lima y sobre todo de los barrios populares. Allí, los grandes propietarios de tierra urbana eran la Beneficencia de Lima, San Marcos, la Iglesia, cofradías y grandes familias que luego abandonaron el centro. Todas ellas no podían vender porque durante buena parte del Siglo XX hubo leyes de protección al inquilinato. Además, como eran donaciones de terrenos, las leyes no permitían que hubiera venta e inversión. Yo tengo una explicación ‘economicista’ del tema. Mientras en la otra Lima se invadían terrenos, se luchaba por la propiedad de los mismos y se construía teniendo en base la propiedad de la tierra, pues era tú vivienda, podías construir un segundo o tercer piso, en el centro de Lima la historia era otra. En el centro de Lima no había propietarios o no estaban presentes. Y los que vivían, estaban en un inquilinato precario. Estaban ahí, a veces no pagaban alquiler y no invertían porque no sentían a la propiedad como suya. Creo que el tema de la propiedad y la ausencia de posibilidades de propiedad en el centro es lo que hace que haya un estancamiento porque no hay una inversión privada para mejorar las viviendas, hacer proyectos inmobiliarios, etc. La estructura de propiedad más tradicional, protegida por las leyes, es lo que durante décadas hizo que sean terrenos donde nadie era propietario. Ahí se produce lo que digo en el libro, viejas familias con cuatro o seis generaciones pero vas y encuentras chicos o jóvenes. ¿Por qué? Porque los que se pueden ir se van, pero no dejan la vivienda, el usufructo, sino se la dejan a un primo, hermano o cuñado. Hay una cadena de paso de las viviendas de alquiler que han estado protegidas. De esta manera se produce, más por una explicación estructuralista, el decaimiento del centro y más bien el dinamismo de otra parte de la ciudad donde existe la posibilidad de ser propietario.
En su ensayo critica la idea de que Barrios Altos acoge a una sociedad anómica.
Sí, esto tiene que ver con la fascinación por los pueblos jóvenes, asentamientos humanos y conos. Era una fascinación política. Ahí estaba (en los ochentas) la izquierda unida, el hombre del futuro y luego, dejar el voto anti oligárquico, el voto anti clase alta, en los ochentas sobre todo. Hay una fascinación por el emprendimiento, los talleres de producción familiar, como una glorificación de los intelectuales de los intelectuales y los analistas que no vivían ahí pero que, sin embargo, glorificaban. Entonces, frente a esto, hay una influencia muy fuerte de la idea de la anomia, de que el centro es un decadente, donde conviven la desesperanza, los adictos, los choros, los ‘viejos vagabundos’ que van a desaparecer. Entonces había esa idea de dejarlos desaparecer. Ten en cuenta que no había actores económicos pujantes.
¿Qué encontró en su trabajo de campo en Barrios Altos?
Vi que había muchos niños y muchos jóvenes y los que podían tener éxito se iban pero dejaban alguien en su lugar. Entonces, veía una pobreza callejera vital. Si quieres ‘choros’, pero no estaban ahí muriéndose, pasivos. De repente no tenían recursos pero estaban en Polvos Azules o en otros lados. Siempre pensé que era una visión estereotipada (de que Barrios Altos es una zona desganada sin motivación) que se producía porque somos una sociedad cerrada y para los intelectuales de los años ochentas y novenas, ir a esa sociedad cerrada era un peligro, porque no los conocían. Tenían la idea de Lima de los años treinta o cuarenta, de la Lima criolla, pero después estaba el miedo a que te roben y eso. Había que penetrar adentro de sus familias. ¿Cuánta gente se mete a los callejones? Muy pocos ¿no? Resulta que ahí es otra sociedad vital. Para empezar, hubo un renacimiento y una revalorización de la propiedad porque hoy se puede comprar y vender. Aquellos comerciantes que estaban en la Avenida Grau compraron casas y quintas cercanas a la Universidad San Fernando y hoy, si tú miras ahí encontrarás depósitos, casas con una inversión, playas de estacionamiento, galerías, etc. Así puedes ver una transformación urbana que van en contra de la anomia, de la agonía. Trato de demostrar, mediante estadísticas, estudios y patrones de funcionamiento familiar, que se trata de un estereotipo.
¿Cómo fue posible que, pese a que el fútbol era un deporte tan pasional, un grupo de asociaciones hayan sido capaces de unir intereses para formar una entidad como la Federación Peruana de Fútbol?
Primero que todo, eran clubes equipos más que clubes instituciones. Eso es algo que persiste hasta hoy como un legado. Eran grupos de gente que jugaba fútbol, que se reunía. No había una construcción institucional, por lo que son clubes precarios. Hay grupos que nunca pasaron de equipos a clubes. Sin embargo, en la medida en que tú necesitas generar campeonatos, necesitas cumplir una premisa básica: competencia en igualdad de condiciones o bajo una misma reglamentación. Por lo tanto, tenías que estar asociado primero en ligas y luego en la Federación Peruana de Fútbol. Esto ocurre también a nivel internacional. Así empezaron a surgir campeonatos que son organizados por federaciones internacionales. Si tú quieres que tu competencia local sea reconocida por las estructuras internacionales necesitas asociarte. Los que se asocian son clubes – caudillos o clubes – equipos que cumplen a medias la formalización pero que nunca logran dar el ‘gran paso’ a ser verdaderas instituciones como en Argentina o Chile.
¿Los mecenas aparecieron desde el inicio del fútbol profesional peruano?
Claro que sí. El mecenas tiene que ver con el origen del fútbol en Perú. Los primeros jugadores eran los ingleses y sus hijos, además los peruanos que estudiaron en Europa. Introdujeron el fútbol a través del Club Lima Cricket. Luego se produce un efecto de imitación. El club que te digo tenía su cancha en la avenida Grau. Al frente de este lugar estaban los barrios populares de Lima. Es así como los jóvenes empiezan a ir a la cancha de Santa Sofía y a imitar los nuevos juegos. No solo el fútbol, sino el atletismo, el ciclismo, el boxeo, etc. En cada barrio, estos jóvenes que llegaron a competir con los que iniciaron todo, necesitaban camisetas, pelota, implementos en sí. Ahí surge ‘el dueño de la pelota’. La figura del padrino como mecenas se reproduce en diferentes escalas. Esa figura compensó la ausencia de institucionalización. La reemplazó.
¿Hasta qué momento perdura la figura del mecenas en el fútbol nacional?
Mecenas con plata, Nicollini en Universitario y Espantoso en Alianza. Los demás ya no eran mecenas. Hacían el rol de mecenas pero sin tener plata. Vivían del club, sacaban plata de él. Eran caudillos sin patrimonio, depredadores. El mecenas que ponía su plata y la perdía, no hay más. Cuando la competencia nacional y sobre todo internacional crece y los volúmenes de inversión son mayores, no se necesita un equipo sino una estructura que sostenga la competitividad del fútbol profesional. Competitividad significa campeonatos no solo nacionales, sino internacionales. Para eso necesitas diversos soportes y eso precisa de más dinero. Se acabaron los mecenas y se acabó la competitividad del fútbol peruano.
Pero también hay poco compromiso del hincha que quiere pagar poco por una entrada y casi no apoya para otras cosas.
Hay poca consciencia cívica deportiva. Estás dispuesto a pagar cincuenta soles por un ceviche pero no quieres pagar treinta por una entrada. Vas al cine y pagas 25 soles por un boleto pero cuando te suben el precio de las populares te molestas. Tampoco se quiere pagar por un buen equipo médico, por una buena preparación física, etc. Tú solo quieres que patee la pelota al menor precio posible. Hay una afición poco comprometida, que es fácil de exaltarse, entusiasmarse, deprimirse y de pasar de un discurso triunfalista a uno pesimista.
Finalmente, Carlos Aguirre muestra en su ensayo la historia de la clasificación a México 70. Una historia muy bonita pero con un final triste, sin mucha gente para recibirlos en el aeropuerto. ¿Por qué ningún gobierno fue capaz de capitalizar el éxito que puede generar una industria como el fútbol?
Si tú miras el contexto político nacional de los últimos cuarenta o cincuenta años. Nosotros hemos vivido ciclos políticos muy accidentados. Hemos intentado diversas cosas. Gobierno militar, reformista, autoritario, que confiscó la prensa. Luego pasamos a una democracia donde se recupera el tema del voto y hay muchas expectativas sobre lo que puede darnos la democracia, se genera un populismo en el fútbol. Mira, sobre eso, un exministro de Trabajo de Alan García dio un decreto ley que indicaba que los futbolistas, al final del campeonato, eran libres de irse cuando deseen. Una medida populista. Entonces, los clubes caen en el empobrecimiento. No tenían futbolistas para vender, etc. Luego hubo un campeonato de primera con 45 equipos. Es así como la política también interviene en el fútbol pero no en el sentido de generar un proyecto, sino que entra de forma azarosa, cambiante. En los setentas de una forma, en los ochentas de otra, con Fujimori de otra manera. Cada gobierno hizo un experimento distinto con el fútbol. En los noventas vuelves a tener 16 equipos. ¡Pasaste de 45 a 16! En realidad, sí hubo una influencia política en el fútbol pero perniciosa, cortoplacista, buscando el aplauso inmediato y no la institucionalización y el fortalecimiento de la competitividad. Finalmente, Nicolás Delfino ingresó a la Federación – junto a Manuel Burga – e introdujo ciertos cambios. Formalizó el fútbol e introdujo – de la mano de la FIFA – el tema de los derechos de formación con la intención de que los equipos tengan algo de dinero. Pero, al mismo tiempo generó un sistema para ser reelecto permanentemente con el voto de las ligas de provincia y perpetuarse en el poder. Entonces, sí hay una presencia de la política pero nociva, manipuladora y no la que quisiéramos tener.