Bud Spencer, el grandulón justiciero del western cómico

Spencer fue nadador olímpico antes de debutar en el cine a los 37 años. (Foto: Wikimedia)

Bud Spencer es el grandulón de espesa barba negra que protagonizó comedias de acción al lado de Terence Hill entre las décadas del 60 y 80.

Quienes se acercan a los 30 años o ya pasaron esa edad recuerdan de repeticiones en televisión a la dupla que combinaba la fuerza del portento de casi dos metros de altura y la astucia del flaco de ojos azules. Con 86 años, el intérprete, cantante y escritor presenta su libro más reciente, Déjenme pasar.

El artista, querido por miles de fans que hasta hoy le envían cartas, ha perdido un poco la agilidad de la memoria y mantiene un carácter impermeable a los elogios. Spencer, nadador olímpico antes que hombre de cine, mundo al que llegó porque su suegro fue productor de La Dolce Vitta de Federico Fellini, aclaró en una entrevista a El País que nunca fue actor.

“Mi primera película fue en 1967 (Dio perdona… Io no). Necesitaban un grandullón y, aunque al principio no nos pusimos de acuerdo por una cuestión económica, finalmente cedieron y aceptaron porque no encontraron a nadie con mis dimensiones (…) Terence Hill sí que es actor. Ese es el motivo por el que nunca hemos discutido, pese a que todas las parejas del cine lo hacen. Él actuaba; yo simplemente curraba (estafaba)”, asegura.

Si hay un mérito que reclama Bud Spencer es que Enzo Barboni, director con el que trabajó la pareja, inventó el western cómico, historias en un oeste sin sangre ni muertos. La Trilogía de Trinidad consumó el estilo del cineasta que más tarde influenció a otros realizadores. Y se coloca el cártel de justiciero.

“Yo lo único que siempre quise plasmar en ellas es algo por lo que lucho en la vida real: terminar con la injusticia. Mi violencia siempre fue cómica. Era el brazo ejecutor de todas esas mentes que quieren y no pueden rebelarse contra las barbaridades, contra su jefe en el trabajo, por ejemplo”, esgrime.

Bud Spencer intervino en política cuando se presentó en la candidatura de Silvio Berlusconi en 2005 y se dio cuenta que no le gustaba ese mundo “el mismo día que me presenté”, pero no se arrepiente. “No quiero que me pidan alcanzar cotas increíbles, porque soy una persona normal. Yo solo soy un principiante, nada más. Necesito paz. Creo en el padre eterno, y cuando tenga que llegar el momento llegará”, sentencia desde el retiro de una vida en la pantalla en la que pegó golpes por cantidades.

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