Síguenos en Facebook



FOTOS. Unas horas antes de su desfile, Ralph Lauren, a sus 75 años, viajó a la Riviera Francesa para robar el aroma del Mediterráneo y, desde sus amados yates, diseñar una colección que, aunque con la factura impecable y sólida de su autor, respira cierto aire rutinario.

Su verano es indudablemente de elite, pero tiene también un regusto a un verano cualquiera, a una visión demasiado turística y superficial de lo francés.

El “look” de partida es marinero clásico, con sus rayas azules y blancas o su gorra de capitán, con su jersey de punto anudado el cuello. Cuello de camisa, evidentemente y camisa a rayas casi siempre.

Esas mismas rayas, eso sí, parecen ponerse juguetonas e ilustran también vestidos entallados de caída perfecta y, de repente, Ralph Lauren utiliza el rojo para cambiar la marea y llevarla hacia sus mejores piezas: desde un vestido con falda con miniplisado o un chubasquero de pescados convertido en la cumbre de lo “chic”.

Entre otros trajes en la línea previsible, esta vez de cuero, el diseñador nacido en el Bronx sorprende con un espectacular mono de azul satinado, y de ahí salta a un motivo de abstracción geométrica muy colorista que lleva del bolso al pantalón, del pantalón al vestido y del vestido a la gabardina.

Llegada la noche, algún cut-out, algún palabra de honor y algún vestido con ecos del sari indio que no sabe muy bien qué hace entre tanto acento galo.

Todo se hace más vaporoso, gracias a la gasa y las sedas, pero, cuando cierra con un vestido con las ondas de agua, aunque crea cierto efecto hipnosis, cabe preguntarse, ¿y dónde están las grandes galas? ¿Para qué han ido al desfile, entonces, Julianne Moore y Jessica Chastain?

La respuesta es clara: no hay gala, sino que Ralph Lauren (que bastante ha tenido hoy con que Kate Middleton elija un modelo suyo para su vuelta a la vida pública), ha decidido que, en 2016, sus propuestas serán, en su doble acepción, discretas. (EFE)