Puerta de ingreso al RAW. (Foto: Wikimedia)

Puerta de ingreso al RAW. (Foto: Wikimedia)

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Berlín, la ciudad de moda para pasar un fin de semana de fiesta, ha acaparado la atención esta semana por los últimos casos de violencia en uno de sus populares barrios donde bailar hasta el amanecer. Pero, ¿se ha vuelto tan peligrosa como denuncian algunos?

Berlín es cool, es alguna de las frases que se repiten entre los jóvenes de medio mundo que acuden a la capital alemana atraídos por su bulliciosa noche, famosa por sus bares sin hora de cierre y por sus míticos clubes de música electrónica con fiestas que duran hasta el lunes.

Sin embargo, el ataque a la cantante alemana Jennifer Weist , del grupo Jennifer Rostock, y a su amigo, en la zona de bares del RAW del barrio de Friedrichshain, en el este de la ciudad, acaparó esta semana la atención de los medios de comunicación.

Durante un robo del que fueron víctimas el pasado fin de semana, su acompañante fue herido con un cuchillo en el cuello, que a punto estuvo de costarle la vida. La foto de la herida junto con el comentario de la cantante advirtiendo del peligro en la zona abrió un acalorado debate en las redes sociales y fue compartida casi 50.000 veces.


ich war am samstag mit freunden im astra in friedrichshain. als ich mit einem freund nach hause gehen wollte, versuchten…

Posted by Jennifer Weist on Lunes, 17 de agosto de 2015


Este ataque ocurrió el mismo fin de semana y en el mismo lugar en el que dos turistas holandeses acabaron en el hospital tras recibir una paliza a manos de 15 personas al intentar impedir que dos de ellos les atracaran.

El RAW es la antigua zona industrial que albergó los talleres del ferrocarril alemán desde 1867 hasta 1945 y de la República Democrática Alemana (RDA) hasta 1993. Con una extensión de 70.000 metros cuadrados, se convirtió con el tiempo en una zona de ocio, donde la arquitectura industrial y los grafitis evocan los años posteriores a la caída del Muro de Berlín, el 9 noviembre de 1989.

En el mismo terreno confluyen salas de conciertos, un rocódromo en un antiguo búnker de la Segunda Guerra Mundial, un pabellón de monopatines, un cine de verano, terrazas, una piscina “cool” donde hacer yoga y bailar, un mercadillo los domingos y un mercado con diversos puestos de comida callejera de todas partes del mundo.

Sin embargo, ésta es sólo una de las caras de la zona. Y la otra es bien conocida por la policía: los “camellos” campan a sus anchas entre los bares y clubes después de que el Görlitzer Park, en el vecino Kreuzberg, se convirtiera en una “zona libre de drogas”.

“Quien quiera vivir, que evite el RAW”, recomendó esta semana la artista berlinesa Nina Queer, antigua propietaria del bar “Zum schmutzigen Hobby” en el RAW, en su perfil de Facebook.

Con todo, y a pesar de que algunos medios apuntaran hace tiempo que Berlín ya no es lo que era ni tan “cool”, la realidad es que sigue siendo un imán para el turismo.

En 2014, el número de turistas aumentó un 4,8 por ciento hasta los 11,8 millones y en el primer semestre de 2015 cerca de 5,8 millones visitaron la ciudad, lo que supone un incremento de casi un cinco por ciento respecto al mismo periodo del año anterior.

Los hosteleros se frotan las manos con la afluencia de turistas y muchos de ellos reclaman más presencia policial en la zona y una mejor iluminación para evitar que decaiga.

El gerente del cercano restaurante austriaco “Mutzenbacher” solicita una mesa redonda entre policía, política y empresarios. Sin embargo, también hay vecinos que se sienten “muy seguros” y que recuerdan que tras la caída del Muro era mucho más peligroso.

La policía acudió entre enero y junio más de 200 veces a la zona. “Ha alcanzado una dimensión que no podemos tolerar”, denuncia Sven Heinemann, diputado del socialdemócrata del barrio Friedrichshain-Kreuzberg.

Uno de los problemas es la mala iluminación procedente de las farolas de la época de la RDA. Junto a este problema, quieren prohibir aparcar en las inmediaciones para evitar que los traficantes se puedan escabullir fácilmente.

Desde la empresa encargada de la promoción de la ciudad, Visit Berlin, alertan de las consecuencias de la mala prensa que los últimos asaltos pueden ocasionar.

“Si estos inaceptables casos se convierten en algo frecuente, esto podría dañar considerablemente la imagen de la ciudad”, indicó su portavoz, Christian Tänzler, al diario berlinés “Berliner Morgenpost”.

A pesar de este alarmismo, muchos de los usuarios de las redes sociales recordaban esta semana que las cifras de delincuencia de Berlín, con 3,5 millones de habitantes, son inferiores a las de otras grandes ciudades.

De acuerdo con los índices de la policía de Berlín, se registraron 262 delitos con violencia en la capital alemana el primer semestre de 2015, una cifra inferior a los 362 del pasado año. Mientras, en el caso del barrio de Friedrichshain, se registraron 60 casos, frente a los 153 de hace un año.

Los actos delictivos registrados por las autoridades se ha mantenido más o menos estable desde 2005 en torno a los 500.000 casos.

En 2014 se incrementó esta cifra debido al aumento del robo de carteras, que subió hasta los 32.121 casos (un 54,5 por ciento más), y de bicicletas que aumentó un +14,9 por ciento hasta los 30.758. Las denuncias por daños corporales cayeron ese mismo año un 2,5 por ciento hasta los 40.736 casos.

Respecto al número de asesinatos en las calles berlinesas, el año más crítico fue 2009 cuando se registraron 168 muertes. Esta cifra cayó hasta los 106 en 2013 y aumentó hasta los 131 en 2014.

(Fuente: Almudena de Cabo/DPA)

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