Un miembro del denominado proyecto “El Santuario” muestra este jueves un disco de zafiro que contiene información en el instituto francés de investigación nacional para las artes digitales (INRIA) en Saclay, cerca de París (Francia). (Foto: EFE/ Christophe Petit Tesson)

Un miembro del denominado proyecto “El Santuario” muestra este jueves un disco de zafiro que contiene información en el instituto francés de investigación nacional para las artes digitales (INRIA) en Saclay, cerca de París (Francia). (Foto: EFE/ Christophe Petit Tesson)

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¿Qué nos define como humanidad? Una de las muchas respuestas ha quedado grabada en discos de zafiro que científicos franceses enviarán a la Luna para que futuras generaciones, quién sabe si alienígenas, tengan un testimonio.

El proyecto “Sanctuary” (Santuario) se resume en cifras reunidas en al menos diez discos de 9 centímetros de diámetro y 2.000 millones de píxeles en blanco y negro cada uno, que a simple vista permitirán contemplar sus ilustraciones de mayor tamaño y con una lupa o una gran lente desvelarán el resto de su contenido.

El genoma completo de un hombre y una mujer, la historia del Big Bang, representaciones del estado actual del planeta y de las consecuencias del cambio climático o ejemplos de juegos como el ajedrez y de los distintos idiomas son parte de un resumen que se ha querido lo más universal posible, para que resulte fácil interpretarlo.

En su origen, un grupo de científicos encabezados por el ingeniero Benoît Faively y el cosmólogo Jean-Philippe Uzan, a los que la iniciativa privada Mission to the Moon (Misión a la Luna), financiada principalmente por Audi y Vodafone, les reservó un espacio de 700 gramos en su nave, ALINA, que despegará en 2020 o 2021.

Tiene que verse ante todo como algo artístico. Hacemos esto por la pura belleza del gesto. En una sociedad que se ha vuelto muy materialista, te das cuenta que hacer cosas que parecen inútiles, como también comprar flores o escuchar música, son las que nos retratan como humanos”, explica a EFE Uzan.

No tenían una voluntad enciclopédica, pero ese compendio de conocimientos biológicos, científicos o culturales en mosaicos y estampas ofrece al futuro descubridor una síntesis lo suficientemente amplia de nuestra civilización, en la que para evitar herir sensibilidades no se han incluido temas religiosos o políticos.

Los discos transparentes y el zafiro industrial, casi tan duro como el diamante, les garantiza una duración de varios centenares de miles de años, según sus creadores.

El proyecto ha comenzado a acelerarse este año, justo cuando se cumple medio siglo de la primera ocasión en que el hombre pisó la Luna. Si todo va bien, alunizará en el mismo lugar que la misión Apolo 17, con la que, en 1972, se llegó al satélite por última vez, y que Mission to the Moon quiere explorar.

Las sondas Voyager ya enviaron al espacio en la década de los setenta un par de discos de oro con imágenes y sonidos de la Tierra, pero la tecnología existente en la actualidad ha permitido multiplicar a niveles exponenciales la cantidad de información.

Los científicos franceses son conscientes de que, tal vez, su mensaje no encuentre nunca ningún interlocutor más allá de nuestro planeta.

Nos dirigimos también principalmente a nuestros conciudadanos. Cuando estén en la Luna, tendrán acceso a esos discos en Internet. La gente se podrá meter en la piel de un arqueólogo y decirse esto lo sabía o esto no. Es un gesto gratuito de difusión de conocimiento”, añade Uzan, sin querer precisar el coste para ellos del proyecto.

Será una especie de espejo que, por las condiciones de la Luna, “sin atmósfera, estaciones o intemperies”, permanecerá intacto a muy largo plazo. “Y al estar dentro de una caja, los píxeles no se alterarán”, añade Faively.

El grupo pidió la colaboración ciudadana e incluirá entre cada disco un dibujo realizado por colegios de cada continente, en el que a los alumnos se les dio vía libre para escribir esa carta a posibles descendientes o un recuerdo para nosotros mismos.

El nombre elegido para el proyecto revela además la importancia que le otorgan sus impulsores, respaldados por sus respectivos organismos, como el CNRS o el INRIA.

Un santuario tiene una dimensión trascendente, casi espiritual. Es un lugar en el que depositas cosas preciosas y que debes conservar durante mucho tiempo. Por eso creo que es adecuado”, concluye Faively.

Fuente: EFE

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