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Por José Miguel Silva / @jomisilvamerino

“A mí sí me puedes preguntar por el pisco o el ceviche. Soy un fanático del ceviche”, me dice Federico Andahazi antes de comenzar la entrevista. Con 50 años cumplidos, él mantiene una cordialidad absoluta al momento de hablar con la prensa, Incluso luego de varias horas con diferentes medios peruanos.

El autor del best seller El anatomista y El conquistador llegó al Perú para presentar El libro de los placeres prohibidos, una novela que contiene la mezcla exacta de intriga y suspenso que caracteriza a los grandes thrillers.

¿Qué sensación te genera estar otra vez en el Perú?
Estar en Perú significa estar en uno de los faros de la literatura latinoamericana. Desde Ricardo Palma, a quien yo admiro desde mi adolescencia, la verdad es que este país ha dado a algunos de los mejores escritores latinoamericanos. Hoy, en Lima, empecé a escribir los dos primeros capítulos de mi nueva novela.

¿A qué autores peruanos de la actualidad recuerdas?
Mira, tengo una muy buena relación con Jaime Bayly, que creo que es un gran autor. Iván Thays también es un excelente escritor. Vivimos en un continente en el que lamentablemente estamos inundados de best sellers ingleses, norteamericanos, franceses, etc. No los discuto en absoluto, pero creo que es mucho más difícil conseguir en Buenos Aires un libro de un autor peruano (o en Lima uno de un joven autor argentino) que publicaciones de autores más lejanos no solo en el espacio, sino también en las temáticas.

Y eso también ocurre en otras industrias, como la música…
Por supuesto. Afortunadamente aquí en Lima escuché bastante música argentina. Mira, los peruanos fueron los inventores del punk con aquella banda mítica Los Saicos. Este es un dato poco conocido. En Argentina escuchábamos mucho a los Sex Pistols y a los Ramones, pero creo que salvo un pequeño grupo de personas, pocos conocen a Los Saicos, los verdaderos fundadores del punk. En todos los ámbitos nuestros países han construido barreras para que no podamos comunicarnos y claro, la industria la manejan desde otros confines.

¿Siendo un autor de libros que han vendido millones de ejemplares, piensas en esos récords, en esas cifras, antes de sentarte a crear algo nuevo?
Tengo el espíritu de un autor inédito. Así como cuando escribí El anatomista y pude escribir esa novela desde la mayor de las impunidades porque no había presión de nadie. Creo que hay que conservar este espíritu del autor inédito para mantener este descaro. No soy de los autores que repiten y dicen “Si esto funciona, iré siempre por este lado”. Si uno estuviera tan pendiente de estas cuestiones (las cifras), no se podría hacer un trabajo genuino. Sí pienso en el lector, porque la lectura es como una suerte de partida de ajedrez donde está incluido el lector, pero el lector no es el mercado y no debemos confundir estas dos entidades. A mí no me preocupa nada por fuera del hecho literario.

Has cumplido 50 años hace poco. ¿En qué etapa de tu vida estás?
Los 50 años me parece que son la joven adultez de un escritor. Para ser futbolista estoy viejo, pero para ser escritor estoy muy joven. Me parece que uno tiene una mirada diferente de la literatura, del mundo y de la existencia. Yo creo que El libro de los placeres prohibidos es una especie de saga de El anatomista.

Respondes algunas preguntas que deja ese libro…
Así es. Cuando era joven, creía que escribir era formular preguntas y no contestarlas. Ahora que tengo 50 creo que tengo el derecho de contestar algunas de las preguntas que dejé en El anatomista. El libro de los placeres prohibidos es una indagación acerca del libro como entidad siempre novedosa, es una novela sobre el placer y es una novela que emparenta el placer sexual con el de la lectura.

¿En qué momento la sexualidad dejó de ser un ritual para ser un simple acto?
Era un ritual sagrado. En la antigua Babilonia, la sexualidad era sagrada hasta tal punto que se ofrecía en los templos. Quienes ofrecían el sexo en los templos eran las sacerdotisas. O sea, esas misas eran verdaderas orgías. Yo hubiera sido muy religioso en esa época. ¿Qué pasó? ¿Por qué la religión cambió sus estatutos por completo? Varios años antes de Cristo, el pueblo hebreo fue sometido por los babilónicos y fue obligado a practicar el sexo ritual en el templo. Al principio se resistieron, pero finalmente se adecuaron. Luego de muchos años, cuando los hebreos se liberaron del yugo babilónico, van a repudiar con tanta fuerza al enemigo, que van a asociar a Babilonia todos estos ritos sexuales. Fue así como la sexualidad quedó del lado del enemigo, del lado del opresor. Cuando lees el Antiguo Testamento de la Biblia, la causante del fin del mundo es la prostituta de Babilonia. Para los judíos quedó emparentada la sexualidad al mal. Y eso nos llega por herencia judío cristiana.

El libro también cuenta la historia de Johannes Gutenberg. Es curioso hablar del nacimiento de la imprenta, de los libros, hoy en pleno auge de la era digital, con libros electrónicos al alcance de millones de personas.
Nosotros creemos saber quién fue Gutenberg y en realidad no tenemos la más remota idea de eso. Gutenberg no inventó la imprenta. La invención de la imprenta no tuvo lugar. Lo que inventa él es una máquina para falsificar manuscritos, que en esa época valían una fortuna. Te podías comprar una casa con el valor de un libro. Cuando el fraude se conoce y son descubiertos los tres secuaces, la Iglesia entra en pánico porque iba a perder el control de la lectura de los libros sagrados. La sola idea de que cualquiera pueda acceder a una Biblia y pueda interpretarla a su manera, ya era de por sí riesgoso. Pero lo peor era que dentro de los libros prohibidos estaba el libro de los placeres perdidos. Que ese texto se masificara a merced de Gutenberg era aterrador para la Iglesia.

¿Exageramos un poco con el temor ante la aparición del libro digital?
Cuando hoy, al igual que en 1445 se habla de la muerte del libro, yo pienso lo contrario. Estamos asistiendo al nacimiento de un nuevo formato del libro. Esto va a multiplicar y masificar la lectura. Los editores nos quieren contagiar su preocupación y los escritores no podemos pensar como editores.

La historia simplemente se repite…
El primer pirata de la historia del libro fue Gutenberg y sobre ese formato se monta la gigantesca industria editorial que llega hasta nuestros días. Con el libro electrónico sucede lo mismo. El primer formato digital es una versión pirata de los libros papel y sobre ese formato se monta la industria de Amazon, de los Kindle, etc. No hay que asustarse, no estamos frente a la muerte de nadie.

Un elemento muy interesante también en tu novela es el humor. El nombre del convento (Monasterio de las Adoratrices de la Sagrada Canasta) donde transcurre la novela, la expresión “puta madre” y varias cosas más…
Mira, la expresión nuestra de la “puta madre” viene de aquellas figuras de las matronas de los prostíbulos. Es la “Puta Madre” la que les enseña a sus discípulas todos los secretos del placer sexual. Mira, en realidad a mí me han agradecido algunas veces por el ingrediente pedagógico (en lo sexual) que encuentran en este libro.

¿Qué tan importante es el ingrediente sexual en este libro?
Hay una figura que sintetiza el espíritu de este libro. El monje copista que se pasa toda su vida escribiendo un texto de manera automática y repetitiva. Estos monjes eran ágrafos, no sabían leer. ¿Por qué esto era así? Porque si entendían el texto podrían haberlo cambiado, interpretado o cualquier otra cosa. Me pregunto: ¿Hasta qué punto no somos monjes copistas ágrafos que hacemos las cosas automáticamente? Tomamos los libros y no conocemos la historia del libro y no sabemos quién fue Gutenberg. El propósito de este libro es interrogarse sobre la sexualidad e intentar buscar respuesta. No es solo un toque de color sino la pregunta central del libro: ¿Qué es para Occidente, qué es para nosotros la sexualidad?