Alejandro Sanz. (Foto: EFE)

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Alejandro Sanz comenzó a apretar el acelerador hace 25 años cuando publicó Viviendo deprisa (1991) y se convirtió en un bólido sin apenas paradas en boxes que, ante su próxima gira multitudinaria, reconoce en una charla con Efe que en esa carrera – nunca mejor dicho – es normal perder a veces el norte.

“En el camino del éxito, en cualquier profesión, siempre hay momentos en los que pierdes la perspectiva. Hay momentos en los que crees que tienes que salvar el mundo, otros en los que crees que nunca habrá nadie que te baje de ese escenario y que siempre estará todo lleno. Luego la vida te da un par de zascas y te devuelve a la realidad”, confiesa el músico madrileño.

Estos días ensaya la gira de presentación en España de su más reciente álbum, Sirope (2015), que arrancará el 30 de julio en Córdoba (sur) y que en 2016 tendrá su etapa americana, que empezará el 29 de enero en México y que incluye, entre otros lugares, Buenos Aires, donde recalará el 3 de marzo.

“‘Sirope’ cuenta la historia desde que empecé a tener el sueño de subirme a un escenario hasta que por fin me subo. Es una forma de decirle a la gente que cuando tienes un sueño, lo mejor que puedes hacer es agarrarte muy fuerte a él y luchar por ello”, revela.

En esa mirada atrás a sus inicios, hubiera sido una falta importante no recuperar una canción mítica como Pisando fuerte, que no había vuelto a cantar desde su primera gira. Sanz informa que para este “tour” volverá a cantar ese tema de post-adolescencia.

“Eso sí, la hemos reinventado porque, si no, no había manera de introducirla”, precisa ante un tríptico de pantallas gigantes que simulan una calle neoyorquina, en línea con la producción musical más soul, funk y jazzística de su disco.

Una vez más es Luis Pastor quien se encarga de la escenografía, bajo la atenta mirada y la opinión de Sanz. “Durante una semana entera me siento a ver el concierto sin subirme al escenario y lo único que hago es observar qué está pasando, cómo la escenografía está contando la historia”, dice.

En su opinión, esta gira “es muy roja, como el sirope”, y como en el caso de la anterior, la de La música no se toca (2012), vuelve a tener en el techo uno de sus puntos fuertes.

Un gran diamante formado por tubos de led sube y baja rodeado de un mar ondulante de estructuras triangulares, formadas igualmente por tubos luminosos mientras canta “Un zombie a la intemperie”.

“Yo me cago de miedo aún cada vez que me subo a un escenario. Me siento muy responsable de lo que va a pasar y quiero que a la gente se le devuelva lo que ha pagado”, asegura.

Sanz repite la fórmula de equilibrar el número de hombres y mujeres en la banda que lo acompaña. Esa es su gran prioridad, dice, la elección de los músicos.

“Si son buenos, da igual que sean chicos o chicas. (Históricamente) ha habido menos mujeres porque hasta ahora no se las llevaba si no era en los coros, así que por otro lado no se animaba a otras chicas a tocar, por ejemplo, la trompeta”, opina Sanz, que cuenta entre sus filas con Brigitte Sosa al bajo.

Para él, esta fórmula hace además que la convivencia sea “mucho mejor”. “Las giras tienen más que ver con la vida normal. Un tour sólo de hombres es un peñazo”, bromea.

Ese mismo gracejo, medio madrileño, medio andaluz, fue lo que le llevó en parte a titular su último disco bajo un apelativo tan vívido y almibarado como “Sirope”.

“Cuando yo era chico, a mí el ‘Get up’ de James Brown me sonaba a ‘sirope’. Además, el título tiene la guasa de que estoy de azúcar hasta las cejas”, explica el cantante ante los miles de comentarios que todo esto suscitó en las redes sociales.

“Twitter, menos arenga y más teléfono”, remacha a este respecto.

A sus 46 años, afirma que tiene “muy claras” sus prioridades. “Sé perfectamente lo que quiero y estoy donde quiero estar”, apostilla Sanz.

(Fuente: EFE)