Pasa 15 años trabajando en escultura y descubre que los materiales que usó la estuvieron matando lentamente
Gillian Genser es una artista plástica canadiense que trabaja como escultora desde 1991 y que siempre trató de identificar a sus producciones por estar construidas a base de elementos naturales como cáscaras de huevo, huesos de animales o plantas secas. Sin embargo, todo cambió cuando se animó a realizar una nueva obra a base de conchas de mejillones. Desafortunadamente, esto terminaría envenenándola hasta el punto de casi acabar con su vida.
Se sabe que la mujer se propuso trabajar en una escultura del primer hombre, Adán. Para esto, necesitó una gran cantidad de moluscos, los cuales conseguía en grandes cantidades en el Chinatown de Toronto, Canadá.
Genser pasaba escarbando y lijando hasta por 12 horas en un solo día. Incluso, cocinaba algunas de las conchas para sus amigos unas dos o tres veces a la semana y trabajaba con los restos para continuar con su trabajo. Fue a partir de aquí que los problemas empezaron para la artista.
Cierto tiempo después, Genser empezó a sentirse mal y a sufrir de dolores de cabeza y vómitos. El tiempo pasó y los síntomas no hacían otra cosa que empeorar pues llegó a tener problemas de movilidad, llegando al punto de caer en cama y ser incapaz de ponerse de pie.
“Creí que me estaba muriendo, pero quería terminar mi escultura de Adán”, confesó la mujer, quien consultó varios especialistas que no pudieron dar con un diagnóstico preciso ni con un remedio a sus dolencias.
Cuando los médicos le preguntaban si trabajaba con algún material tóxico, la mujer respondía bastante segura que no pues los materiales que empleaba eran únicamente productos naturales. No obstante, un examen de sangre realizado a mediados del 2015 descubrió que la mujer presentaba descontrolados niveles de arsénico y plomo.
Es así que habló con un profesor especializado en invertebrados del Museo Real de Ontario. El hombre quedó horrorizado cuando ella le contó que llevaba años trabajando con conchas de mejillones. “¡La gente no sabe lo venenosas que son estas cosas!”, le dijo, para luego contarle que las conchas y los huesos acumulan muchas de las toxinas de su ambiente. Estas habían logrado ingresar al cuerpo de la mujer, quien respiró por años el polvos que desprendía de las moluscos que lijaba día y noche.
Tras conocer el diagnóstico, Genser fue despidiéndose de su trabajo paulatinamente. Sin embargo, continuó con su obra de Adán, a pesar de tener bastante claro que esto significó poner su vida en riesgo.
“No podría haberlo dejado inconcluso. Todo el sufrimiento habría sido para nada”, explicó la artista, contando también que las circunstancias la han llevado a llamar a su trabajo ‘Mi hermosa muerte’.
Se sabe que la artista ya no trabaja con conchas. Sin embargo, su salud no se ha recuperado del todo pues todavía sufre náuseas y problemas de memoria, además de presentar altos riesgos de padecer enfermedades neurológicas como el Parkinson o Alzheimer.
A pesar de su lamentable experiencia, Genser asegura que no guarda ningún resentimiento contra los mejillones. Por otra parte, señala que lo ocurrido ha aumentado su conciencia ambientalista. “Me detengo a pensar en los mejillones y cómo no pueden dejar su hábitats contaminados en donde hemos arrojado tanto veneno. Me dan mucha pena”, afirma.
“Nosotros les hicimos esto a ellos, no es algo que ellos me hayan hecho a mí”, concluye.