Vladimir Putin. (Foto: Getty Images)

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El presidente ruso, Vladimir Putin, acaba sin desgaste aparente el peor año de sus relaciones con Occidente y con la esperanza de que la llegada del republicano Donald Trump a la Casa Blanca traiga consigo una mejora en el diálogo entre Moscú y Washington.

En 2016, el jefe del Kremlin ha tenido que afrontar no sólo la ampliación de las sanciones contra su país por el papel de Moscú en la crisis ucraniana, sino también acusaciones de crímenes de guerra en Siria, donde Rusia combate del lado del régimen del presidente Bachar al Asad.

Como si esto fuera poco, desde Washington se multiplicaron las denuncias sobre la injerencia de Rusia, con ataques informáticos incluidos, en la campaña presidencial estadounidense para favorecer a Donald Trump, presuntamente más conveniente a los intereses de Moscú.

La reacción de la Casa Blanca no se hizo esperar: ordenó planear un ataque cibernético contra Rusia de gran envergadura, que sería lanzado cuando se estime oportuno, según revelaron fuentes de los servicios secretos estadounidenses.

Sin embargo, el término del mandato de Barack Obama resta peso a la amenaza, y Moscú ha subrayado que espera que con el nuevo presidente de Estados Unidos mejore el diálogo entre ambos países, aunque ha dejado claro que no será un proceso fácil ni rápido.

Una muestra elocuente de los ánimos reinantes en la clase política rusa fueron los aplausos con que la Duma del Estado, la Cámara de Diputados, recibió la noticia de la victoria de Donald Trump.

Algunos diputados, como el líder del ultranacionalista Partido Liberal Democrático, Vladímir Yirinovski, celebraron con champán el triunfo electoral del controvertido multimillonario.

Y es que en Moscú consideran que Donald Trump volcará sus esfuerzos principalmente en la política interna de Estados Unidos, lo que podría redundar en beneficios para Rusia en el campo internacional.

Tras la euforia inicial causada por la victoria del candidato republicano, el Kremlin ha hecho llamamientos a la cautela y a esperar con paciencia la conformación del equipo que acompañará al nuevo jefe de la Casa Blanca.

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“Putin y Trump salvarán el mundo” reza un mensaje de seguidores de ambos líderes en Italia. (Foto: Getty Images)

En el ámbito doméstico, las dificultades económicas, provocadas por la caída de los precios del petróleo y las sanciones occidentales, no hacen mella en las posiciones de Vladimir Putin, cuyo liderazgo, 17 años después de acceder al poder, nada ni nadie parece poder ensombrecer.

Según un reciente estudio del Ministerio de Economía de Rusia, que advierte de que las sanciones económicas occidentales serán de larga duración, al país le esperan veinte años de estancamiento económico.

“Nuestro sistema macroeconómico se parece a un enfermo con infarto de miocardio”, declaró por su parte el economista Serguéi Gláziev, consejero de Vladimir Putin.

Sin embargo, el respaldo del que goza Vladimir Putin en el país continúa en cotas inalcanzables para el común de los políticos occidentales: en torno al 70 %, según diversos sondeos.

Escándalos como la detención en noviembre pasado del ya exministro de Economía Alexéi Uliukáyev, acusado de extorsión y de aceptar un soborno de dos millones de dólares, no afectan en lo más mínimo la popularidad del presidente ruso, por encima del bien y del mal en el imaginario popular.

Los abogados del exministro alegan la inocencia de su defendido y sostienen que su detención se llevó a cabo trasgrediendo la legislación vigente.

En círculos opositores, el caso Uliukáyev es visto como un reflejo de la agudización de la lucha entre diversos grupos de poder próximos al jefe del Kremlin, de cara a un año que estará marcado por la campaña para las elecciones presidenciales de comienzos de 2018.

Aunque Vladimir Putin aún no ha anunciado si se presentará a la reelección para otro sexenio, se da por descontado que aspirará a un nuevo mandato, que le permitiría permanecer en el poder hasta 2024.

Pero no está claro si el presidente ruso optará por seguir con los mismos compañeros de ruta o se decidirá por una renovación de su equipo, lo que, naturalmente, añade una dosis de nerviosismo en su entorno.

Fuente: EFE

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