(Foto: Wikimedia)

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Setenta años tras el atentado fallido contra Adolf Hitler el 20 de julio de 1944, el recuerdo de la resistencia contra los nazis se alza como una piedra angular en Alemania.

Pero no siempre fue así. En un comunicado escrito en un frío lenguaje burocrático, la viuda de Helmuth Stieff, uno de los conspiradores del atentado contra Hitler, es informada de que el entonces teniente general murió a causa de su detención poco después del atentado y en base a eso no recibirá ninguna pensión de víctimas de la guerra. Tuvo que esperar hasta 1960 tras nueve años de disputas legales para poder cobrar la pensión.

Comunicados burocráticos como éste siguen sorprendiendo aún 70 años después del intento de acabar con la vida del dictador. Durante mucho tiempo no fue algo tan evidente el valor de estos hombres que perdieron la vida en un intento por cambiar el rumbo de la historia.

“En la Alemania de posguerra la resistencia era vista como sospechosa”, explica Johannes Tuchel, director del Centro Conmemorativo de la Resistencia Alemana en Berlín.

Héroes o traidores

Para algunos, estos hombres en la resistencia fueron los precursores de la democracia, aunque para otros se trató de “traidores a la patria”. Para los historiadores de la República Democrática Alemana (RDA) y los Aliados del oeste, los oficiales nazis que intentaron acabar con la vida de Hitler intentaban salvar su propio pellejo ante la previsible derrota militar. “El 20 de julio”, escribió el historiador Joachim Fest, “es un aniversario de segunda clase”.

Ya el coronel Claus Schenk von Stauffenberg, miembro del Estado Mayor de la Wehrmacht (Ejército alemán hasta 1945), era consciente de este dilema. “Es hora de hacer algo. Sin embargo, aquellos que se atrevan a hacer algo deben ser conscientes de que pasarán a la historia alemana como traidores”, escribió el líder del atentado contra el líder del Tercer Reich.

Hasta el final del régimen nazi, la mayoría de los alemanes permaneció fiel. Para Stauffenberg tampoco era evidente optar por el camino de la oposición. El hijo de un mayordomo del rey Guillermo II de Württemberg veía a los nazis como los portadores de la “renovación nacional”. Se mostró entusiasmado cuando Hitler atacó Rusia. No obstante, se convirtió en enemigo del régimen nazi al contemplar desde cerca su política de exterminación.

La esperanza de que Alemania pudiera liberarse de Hitler por su propia fuerza vivió brevemente, menos de 24 horas. Se construyó sobre falsos supuestos y se cargó sobre un pequeño grupo de hombres valientes. Von Stauffenberg tenía 36 años cuando perpetró el atentado. Su idea era tomar el poder después de asesinar al Führer y negociar con los aliados el final de la guerra, con el fin de evitar más destrucción y la pérdida de más vidas humanas. No se sabe qué dirección podrían haber tomado los acontecimientos de haber logrado su objetivo.

Atentado con nefastas consecuencias

El coronel había ascendido rápidamente dentro de la Wehrmacht después de que, durante un bombardeo en el frente de guerra en África, perdiera un ojo, la mano derecha y dos dedos de la izquierda. Una vez recuperado, llegó a convertirse en jefe del Ejército de la reserva, puesto gracias al cual tenía acceso directo a Adolf Hitler.

El día del atentado, Von Stauffenberg acudió al cuartel general de Hitler con una bomba oculta en su portafolio, que colocó muy cerca de su objetivo en una sala de reuniones. El oficial observó la explosión desde lejos y voló de regreso a Berlín creyendo que el líder nazi había muerto.

Desde la Blenderstrasse, Von Stauffenberg puso en marcha junto con varios de sus cómplices la llamada Operación Valkiria, destinada a tomar el poder. Sin embargo, a las pocas horas fue detenido y fusilado junto con sus principales colaboradores, Olbricht, Merz von Quirnheim y Von Haeften.

El atentado frustrado tuvo graves consecuencias en el país, ya que Hitler lo utilizó como excusa para lanzar una amplia ola de detenciones contra sus enemigos políticos. Una semana después, se encontraban ya en la cárcel 600 personas por su presunta relación con el atentado. Al mes, la cifra había ascendido a 5.000.

Entre los detenidos se encontraban socialdemócratas, sindicalistas y comunistas, pero también numerosas personas relacionadas con las Iglesias y otros grupos religiosos. En la acción también cayeron grupos de resistencia como el “Círculo de Kreisau”, del conde Helmuth James von Moltke.

Antes del atentado de Stauffenberg, ya había habido cerca de cuarenta intentos de la resistencia para eliminar al dictador. Entre los más célebres se encuentra la bomba colocada el 8 de noviembre de 1939 por el carpintero Georg Elser en la cervecería de Múnich en la que tuvo lugar el intento de golpe de Estado de Hitler de 1923. Aun así, ninguno de esos intentos consiguió acabar con la vida del dictador, quien se suicidó el 30 de abril de 1945, poco antes del final de la guerra.

(Fuente: Deutsche Welle )