Expertos señalan que el método no es prioritario para el tratamiento de residuos. (Foto: Getty Images)

Expertos señalan que el método no es prioritario para el tratamiento de residuos. (Foto: Getty Images)

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Más emisiones de gases contaminantes del medio ambiente y quemar más basura de lo previsto son dos de las apuestas riesgosas que contempla el contrato para construir una planta que elimine más de un tercio de las 13.000 toneladas de residuos sólidos que a diario genera la Ciudad de México.

El objetivo del contrato firmado entre Proactiva Medio Ambiente, del grupo francés Veolia, y la Agencia de Gestión Urbana (AGU) del Gobierno capitalino es eliminar 4.500 toneladas de basura diarias y aprovechar el valor calórico de la combustión de residuos (termovalorización) para generar 965.000 megavatios-hora (MWh) de electricidad al año.

Esta energía se utilizaría para mover las 12 líneas del Sistema de Transporte Colectivo-Metro, que transportan a más de 5,5 millones de personas diariamente.

Greenpeace, organización defensora del medio ambiente que se opone al proyecto, obtuvo copia del contrato por medio del sistema Infomex e identificó varios “focos rojos”.

Uno de ellos es que en el apartado de riesgos se acepta, sin especificar, “que las emisiones al ambiente se encuentren por encima del rango estipulado por la norma”.

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PELIGRO DE SUSTANCIAS CANCERÍGENAS

Carlos Samayoa, abogado de Greenpeace, advierte que “esto puede incluir no solo gases de efecto invernadero, sino también sustancias cancerígenas como dioxinas y furanos que se emiten por la combustión de basura y se acumulan en el cuerpo y el medio ambiente”.

“Preocupa porque en México la medición de estas sustancias no es exhaustiva y solo serán medibles cuando la planta lleve tiempo operando. Treinta años de emisiones es inaceptable”, dijo a Efe.

De acuerdo con el abogado, “habría que aplicar los principios de prevención y precaución establecidos en convenios internacionales como la Declaración de Río sobre Medio Ambiente y Desarrollo (1992), la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (1994) y el Convenio de Diversidad Biológica (1992)”.

El principio precautorio de la Declaración de Río indica que “cuando haya peligro de daño grave o irreversible, la falta de certeza científica absoluta no deberá utilizarse como razón para postergar la adopción de medidas eficaces en función de los costos para impedir la degradación del*medio ambiente*”.

El principio de prevención supone que el riesgo puede ser conocido anticipadamente y que pueden adoptarse medidas para neutralizarlo.

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Otra cláusula del contrato estipula que si la cantidad de basura no fuera suficiente para generar la energía que requiere el metro, la AGU aportará desechos adicionales.

Carlos Marcos Morales, director de Innovación Tecnológica en la Gestión de Residuos Sólidos Urbanos de la AGU, confirmó este punto y explicó a Efe que “de ser necesario, se aprovecharían entre 1.000 y 1.300 toneladas diarias de inorgánicos que originalmente irían a relleno sanitario”.

Sin embargo, el cálculo definitivo solo se conocerá cuando la planta esté en operación hacia 2020.

Morales señala: “Lo primero que se tiene que lograr es que la planta opere en sus máximos. El Gobierno (de la capital) no hará ningún pago a la planta hasta que esté en condiciones de entregar los 965.000 MWh al año”.

“Este es un proyecto medioambiental de disposición final de residuos sólidos urbanos y el subproducto es la energía eléctrica”, añade.

Otro punto que advierte Greenpeace es que la AGU pagará anualmente a Veolia 2.350 millones de pesos (134,3 millones de dólares) por la eliminación de 4.500 toneladas de basura al día, alrededor de 70.500 millones de pesos (4.028,6 millones de dólares) en 30 años.

Es una inversión altísima para una medida que ni siquiera tiene a prioridad más alta en la jerarquía de disposición de residuos”, objeta Samayoa.

Por otro lado, en el contrato la AGU y Veolia se comprometen a cumplir con la directiva europea sobre la prevención y control de la contaminación por emisiones industriales, porque es más estricta que la normatividad de México.

Pero “no hay nada que jurídicamente pueda obligar a esta empresa a sujetarse a los estándares europeos más que su buena voluntad y, en caso de demanda, a la empresa únicamente se le puede exigir el cumplimiento de normas mexicanas”, acota Samayoa.

La planta de termovalorización en la Ciudad de México será la primera en América Latina y en construirse a más de 2.400 metros sobre el nivel del mar.

Antes, la planta debe cumplir diversos requisitos de autoridades ambientales locales y federales. Si lo logra, la primera piedra será puesta a finales de 2018.

Fuente: EFE