Sergio Massa con su esposa e hijo. (Foto: EFE)

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“Soy el único que puede ganar al kirchnerismo en segunda vuelta”, repite como un mantra, en busca del voto útil antikirchnerista, el candidato presidencial Sergio Massa, de pasado neoliberal, exoficialista y ahora líder del peronismo disidente.

A poco días de las elecciones, los sondeos otorgan a este abogado de 43 años el tercer lugar, por detrás del oficialista Daniel Scioli y del conservador Mauricio Macri, al frente de la coalición Cambiemos, pero Massa no tira la toalla.

Nacido en la periferia de Buenos Aires, Sergio Massa ingresó en la política a los 17 años como militante de la liberal Unión del Centro Democrático, que a comienzos de los noventa fue absorbida por el peronismo bajo el Gobierno de Carlos Menem (1989-1999).

Tras la severa crisis económica que afectó a Argentina en 2001, fue designado director ejecutivo de la Administración Nacional de la Seguridad Social (Anses), a cargo del sistema de jubilaciones, por el entonces presidente Eduardo Duhalde (2002-2003) y se mantuvo en el cargo cuando asumió su sucesor, Néstor Kirchner (2003-2007).

En diciembre de 2007 fue elegido como alcalde del municipio bonaerense de Tigre, de 400.000 habitantes, pero dejó el cargo provisionalmente siete meses después para ocupar la Jefatura de Gabinete con la jefa de Estado, Cristina Fernández, en medio de un fuerte enfrentamiento con el sector agrario.

El idilio duró exactamente un año: en julio de 2009 abandonó el Gabinete tras la derrota del kirchnerismo en las elecciones legislativas de medio término y regresó a la alcaldía de Tigre, desde donde comenzó a planear el asalto a la primera línea política.

El primer paso fue la fundación del Frente Renovador como un espacio de “corazón peronista y cerebro modernista”, con la que se erigió en vencedor de los comicios legislativos de 2011 con más del 44% de los votos.

Con su discurso “mantener lo bueno y terminar con lo malo”, el candidato conquistó a aquellos votantes que aprobaban las conquistas sociales de los últimos doce años, pero buscaban un perfil “con menos arrogancia, con menos jactancia” que los referentes kirchneristas, según Orlando D’Adamo, codirector del Centro de Opinión Pública de la Universidad de Belgrano.

Sergio Massa promete aumentar las jubilaciones y mejorar los salarios con la eliminación de impuestos, pero a su vez advierte que retirará los planes sociales a “los vagos” y pide mano dura para los corruptos, los ladrones y los narcotraficantes.

“Yo trato de aprender de todos y en ese sentido no tengo pruritos. Diría que soy una esponja”, se define el aspirante a la Presidencia por la coalición del peronismo disidente Unidos por una Nueva Alternativa (UNA).

La inseguridad, uno de los temas que más preocupan a la sociedad argentina, se ha convertido en una de las piedras angulares de su campaña, y promete combatirla “con móviles, cámaras y alertas ciudadanas”, inspirándose en el sistema de vigilancia electrónica que aplicó en la ciudad de Tigre.

Entre sus propuestas más polémicas figuran incluir a las Fuerzas Armadas en la lucha contra el narcotráfico, ya sea en las fronteras argentinas o en los asentamientos precarios, y deportar a los extranjeros que delinquen.

UNA obtuvo un 20,5 % de los votos en las primarias del pasado 9 de agosto, diez puntos menos que el también opositor Macri y lejos del 38,1 % del kirchnerista Scioli, pero las últimas encuestas muestran una reducción de la brecha entre los candidatos opositores de entre tres y seis puntos.

Animado por los sondeos, Sergio Massa ha reforzado sus críticas contra Mauricio Macri y contra quienes le acusan de ser funcional al kirchnerismo por aumentar las posibilidades de que Daniel Scioli sea elegido en primera vuelta el próximo 25 de octubre, para lo que necesitaría obtener más del 45 % de los votos o el 40 % con 10 puntos de ventaja sobre su más inmediato rival.

“Macri venía hablando de cambio, cambio, cambio, pero el que cambió fue él”, dijo cuando el alcalde de Buenos Aires apoyó medidas kirchneristas como la Asignación Universal por Hijo y prometió mantener la titularidad pública de la petrolera YPF, expropiada a Repsol en 2012, y de Aerolíneas Argentinas, expropiada al grupo español Marsans cuatro años antes.

Rechazado por Scioli en las elecciones legislativas de 2011, por Macri el pasado junio y con los sondeos en contra, el candidato de UNA sueña con devolverles el golpe y romper todos los pronósticos.

(Fuente: EFE)


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