Concepto artístico de cómo habría lucido la Vía Láctea hace 6 millones de años, durante la fase de actividad cuásar. Una burbuja naranja tenue se extiende desde el centro galáctico a un radio de 20,000 años luz. Afuera de la burbuja, una neblina de gas de millones de grados cuentan como la materia faltante de nuestra galaxia. (Foto: Mark A. Garlick/CfA)

Concepto artístico de cómo habría lucido la Vía Láctea hace 6 millones de años, durante la fase de actividad cuásar. Una burbuja naranja tenue se extiende desde el centro galáctico a un radio de 20,000 años luz. Afuera de la burbuja, una neblina de gas de millones de grados cuentan como la materia faltante de nuestra galaxia. (Foto: Mark A. Garlick/CfA)

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El centro de la Vía Láctea actualmente es un lugar tranquilo donde un agujero negro supermasivo duerme, solo ocasionalmente, aspira pequeños sorbos de hidrógeno de gas. Pero no fue siempre así. Un nuevo estudio muestra que hace unos 6 millones de años atrás, cuando los primeros ancestros del hombre, conocidos como homínidos, caminaron en la Tierra, el núcleo de nuestra galaxia se encendió furiosamente. La evidencia de esta fase activa llegó de una búsqueda de la masa faltante de la galaxia.

Las medidas muestran que la galaxia Vía Láctea pesa entre 1-2 billones de veces como nuestro Sol. Aproximadamente la quinta o sexta parte de eso está en la forma de la misteriosa e invisible materia oscura. El resto, un sexto del peso de la galaxia, o aproximadamente 150-300 mil millones la masa solar, es materia normal. Sin embargo, si se cuentan todas las estrellas, el gas y el polvo que podemos ver, solo se hallan 65 mil millones de masa solar. El resto de la materia normal – neutrones, protones y electrones – parece estar faltando.

“Jugamos al escondite cósmico. Y nos preguntamos a nosotros mismos dónde podría estar ocultándose la masa faltante”, indicó investigador líder del estudio Fabrizio Nicastro, un investigador asociado del Harvard-Smithsonian Center for Astrophysics y el Instituto Astrofísico Nacional de Italia.

“Analizamos observaciones de rayos X de la nave espacial XMM-Newton y encontramos que la masa faltante está en la forma de niebla gaseosa que impregna nuestra galaxia. Esa niebla absorbe rayos X de fuentes más distantes”, indicó de acuerdo a Eureka.

Los astrónomos utilizaron la cantidad de absorción para calcular cuánto de materia normal estaba allí y cómo estaba distribuida. Aplicando modelos computarizados aprendieron que no podían emparejar las observaciones con la distribución uniforme de gases. En vez de ello, descubrieron que hay una ‘burbuja’ en el centro de la Vía Láctea.

Aclarar la burbuja requirió una gran cantidad de energía. Esa energía, de acuerdo a los investigadores, provino del agujero negro. Mientras parte del gas que caía era absorbido por el agujero negro, otro gas fue bombeado a una velocidad de 2 millones de millas por hora.

Seis millones de años después, la onda de choque creada por esa fase actividad ha cruzado 20,000 años luz en el espacio. En tanto, el agujero negro se ha quedado sin alimento cercano y ha entrado en hibernación.

Esta línea de tiempo es corroborada por la presencia de estrellas de 6 mil millones de años cerca del centro de la galaxia. Esas estrellas se formaron con parte del material que alguna vez fluyó hacia el agujero negro.

“Esta fase activa duró entre 4 y 8 millones de años, lo cual es razonable para un cuásar”, indicó el co-autor Martin Elvis.

Las observaciones y modelos computarizados asociados también mostraron que el gas caliente puede contar por 130 millones de masa solar en material. Eso explica, dónde estaba el material faltante de nuestra galaxia: es tan caliente que no se puede ver.

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