El campo magnético de la Tierra protege al planeta del viento solar y rayos cósmicos de nuestra estrella. (Foto: Free-Photos / Pixabay)

El campo magnético de la Tierra protege al planeta del viento solar y rayos cósmicos de nuestra estrella. (Foto: Free-Photos / Pixabay)

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Madrid | El campo magnético de la Tierra es invisible pero vital para la protección del planeta y para garantizar la vida en su superficie y, ahora, un equipo internacional de científicos ha constatado que el campo que se formó inicialmente fue aún más intenso de lo que se creía.

Esta es la principal conclusión de un trabajo liderado por la Universidad de Rochester (EEUU) que publica la revista PNAS y que ayudará a sacar conclusiones sobre la sostenibilidad del escudo magnético de la Tierra y sobre si hay o no otros planetas en el Sistema Solar con las condiciones necesarias para albergar vida.

Dada la importancia del campo magnético, que protege al planeta del viento solar dañino y de los rayos cósmicos del sol, los científicos han intentado averiguar cómo ha cambiado a lo largo de la historia de la Tierra, un conocimiento que también puede proporcionar pistas para comprender la evolución futura del planeta.

Escudo magnético

John Tarduno, uno de los autores, afirma que una de las preguntas que quieren responder es por qué la Tierra evolucionó como lo hizo, lo que aportará aún más pruebas de que el “blindaje magnético” se formó muy temprano en la historia del planeta.

El escudo magnético actual se genera en el núcleo exterior de la Tierra y esto es posible porque el intenso calor del denso núcleo interno hace que esa capa externa, compuesta de hierro líquido, se arremoline y se mueva generando corrientes eléctricas e impulsando un fenómeno llamado geodinamo; el movimiento de un material conductor produce corrientes eléctricas que a su vez generan un campo magnético.

Las corrientes en el núcleo exterior líquido son fuertemente afectadas por el calor que fluye del núcleo interior sólido.

Los científicos no pueden medir directamente el campo magnético, pero, afortunadamente, los minerales que suben a la superficie de la Tierra contienen pequeñas partículas magnéticas que se fijan en la dirección e intensidad del campo magnético en el momento en que los minerales se enfrían de su estado fundido, recuerda la universidad.

Así, los investigadores obtuvieron sus datos paleomagnéticos a partir del análisis químico de cristales microscópicos de circón, los materiales terrestres más antiguos, recogidos estos en Australia.

Investigaciones anteriores de Tarduno encontraron que el campo magnético de la Tierra tiene al menos 4.200 millones de años y ha existido durante casi tanto tiempo como el planeta.

Sin embargo, el núcleo interno de la Tierra es una adición relativamente reciente: se formó hace sólo unos 565 millones de años.

Mientras que los investigadores inicialmente creyeron que el campo magnético temprano de la Tierra tenía una intensidad débil, los nuevos datos del circón sugieren un campo más intenso.

Pero, debido a que el núcleo interno aún no se había formado, el fuerte campo que se desarrolló originalmente hace más de 4.000 millones de años debe haber sido impulsado por un mecanismo diferente: “pensamos que ese mecanismo es la precipitación química del óxido de magnesio dentro de la Tierra”, resume Tarduno.

El óxido de magnesio fue probablemente disuelto por el calor extremo relacionado con el impacto gigante que formó la luna de la Tierra. A medida que el interior de la Tierra se enfriaba, el óxido de magnesio podía precipitarse hacia afuera, impulsando la geodinamo.

Fuente: EFE

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