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Por Jorge Esponda / @hombrequeduerme

Dos años después de la histórica llegada de su excompañero Paul McCartney a Lima, Ringo Starr cumplirá otro sueño de los seguidores de The Beatles en el Perú. Ahora que se ha confirmado la llegada del mayorcito del cuarteto a nuestro país vale la pena hacer un pequeño repaso de su trayectoria, siempre detrás de esos monstruos con los que integró la banda más famosa de la historia.

Desde la recordada réplica cinematográfica del extraordinario disco que fue A Hard Day’s Night se destinaba al buen Richard Starkey a ese papel de segundón, satisfecho y sin ambiciones, que, no obstante, era capaz de protagonizar su propia pequeña aventura mientras John, Paul y George lidiaban con sus egos creativos. Una mirada a la que pareció hacerle guiños Martin Scorsese en los minutos que le dedicó al batero de los Stones, Charlie Watts, en el documental Shine a Light.

En aquellas escenas, Starkey, ya entonces Starr, parecía hacerse cómplice de esa mofa hacia sí mismo. Lo cierto es que fue él quien primero saboreó una temprana fama al lado de Rory Storm and the Hurricanes en el Liverpool de 1960. Pero como si desde entonces su destino fuera ser siempre el de ser alguien anexo a los que forjaron el mito, su encuentro con los nacientes The Beatles se dio en una de las tantas minigiras que los grupos británicos de todo alcance hacían en Alemania. No pasaría mucho tiempo para hacerse amigo de la promisoria banda de rock and roll y recibiera la propuesta de reemplazar a Pete Best en la percusión, cuando George Martin ya vislumbraba la preparación del disco debut.

Lo que siguió en esa década de ascenso, conflictos creativos y experimentación es materia de estudios y libros completos. Quedaría remarcado para siempre ese papel de Ringo como el del menos poderoso como músico. Ese que se quejaba de que ya tenía ampollas en los dedos por seguirle sufridamente el paso a Paul en la revolucionaria Helter Skelter. No obstante, su contribución en la banda se deja sentir sin ser nada desdeñable en canciones como Octopus’s Garden, Don’t Pass Me By, situadas en la parte final de esa discografía beatle, cuando la pugna entre Lennon y McCartney estalló.

Y en ese año de clausura que fue 1970, demostró que no se quedaba atrás al darle impulso a su carrera en solitario, aunque siempre con mucha menor notoriedad que los otros. En aquella primera época de la separación se dejarían oír esos gritos de libertad y también de histeria ante el peso del pasado en discos notables como el John Lennon/Plastic Ono Band, Ram de McCartney o el extenso y variado All Things Must Pass de Harrison, todos ellos con una carga confesional de la que Ringo no dejaría de formar parte. De hecho, ser el que menos tenía problemas con el grupo le valió mantenerse en constante colaboración y amistad con los demás.

Esto último se deja sentir artísticamente en el que es, de lejos, su mejor trabajo con nombre propio titulado simplemente como Ringo, lanzado en 1973 y que incluye la participación de John, Paul, George, en algunas canciones tan buenas como Photograph o It Don’t come Easy. Nunca más habría una colaboración de esa envergadura entre los cuatro.

Desde esa época de accidentado camino a la madurez fue Ringo el que, sin duda, pasó más rápidamente a la categoría de dinosaurio, incluso antes de la temprana muerte de Lennon. Ese fue su breve éxito personal, el cual quiso extender hacia el mundo de la actuación y la producción.

Bien le valió, pues se casó con la exchica bond Bárbara Bach y ha seguido lanzando discos hasta la actualidad. Aunque en el fondo ha preferido siempre mantenerse fuera del centro de atención como ese amigo payaso, apareciendo junto a los triunfos de George o de Tom Petty en los 80. El proyecto de gira con su All-Starr Band que viene solamente remarca esa figura de compinche más que de líder en una tocada que hasta pareciera solo por el placer de ser. Acompañando nunca está tan cómodo.