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José Miguel Silva @jomisilvamerino

Con dos novelas inéditas listas para enviar a imprenta, el laureado Augusto Higa Oshiro se anima a dialogar con LaPrensa.pe sobre su último y elogiado libro de cuentos, Okinawa existe. Se trata de un conjunto de relatos que reflejan, sin duda, su gran presente como escritor.

¿Cómo se formó en el hábito de la lectura?
Fue en casa. Yo era un niño introvertido, que no salía mucho. En la casa había libros, había gente que me prestaba novelas. Por ejemplo, cuando yo tenía ocho o nueve años, había las ediciones Thor. Eran bien feítas pero sumamente baratas. Ahí leí Los tres mosqueteros, ahí leí a Dumas. También La guerra y la paz, Crimen y castigo, etc.

¿Usted soñaba escribir como quién?
A finales de los sesenta estaba instalado el ‘Boom’. Uno ansiaba ser un Cortázar, un Vargas Llosa, un Borges, un García Márquez, no sé. Esa era la perspectiva y la ilusión de los que nos iniciábamos en aquella época en la literatura.

Una época bastante remota…
En los sesentas creíamos en la revolución, en los cambios sociales y creíamos que la literatura podía cambiar el mundo. Imagínate. Cosa que los muchachos de hoy jamás pensarían. Hoy ven la literatura como una forma de diversión, ni siquiera como una forma de obtener conocimiento.

¿Usted escribe sus textos en una computadora?
No, yo escribo a mano.

¿A mano? ¿Por qué no dio el salto tecnológico?
En mi época había la máquina de escribir, pero solo la utilicé para la versión final. Igual lo hago hoy.

No creo que existan muchos autores que escriban a mano.
Son muy pocos. Incluso en el periodismo son pocos. Quizás pueda haber algunos en España.

Su primer libro fue Que te coma el tigre, hace 27 años. ¿Cuánto ha cambiado su forma de enfrentarse al papel en blanco?
En cuanto a la producción literaria, ahora me siento en la etapa otoñal. No estoy en la primera etapa, en la del aprendizaje. Ni siquiera estoy en mi esplendor o madurez. Normalmente, en las etapas tardías u otoñales no se escriben las obras maestras. Esas se escriben a partir de los 40 hasta los 60 años. Sin embargo, mis mejores cuentos parece que los estoy escribiendo ahora.

¿Por qué?
Tengo dos etapas. La primera de la narrativa criolla, como El amor de Mr. Simmons, como Que te coma el tigre. Muchachos de barrio. Situaciones de esquina, conflictos entre escolares. Todo lo que ocurre en un barrio a nivel de un sector o una urbanización. Esa fue la primera etapa y, digamos, quedaba pendiente un segundo momento en el cual – por mis orígenes – yo tenía que hacer una literatura vinculada a la inmigración japonesa en el Perú. Pero, ese tipo de cuentos no llegaban fácilmente, porque yo no sabía cómo hacerlos. Solo 40 años después (de mi inicio en la literatura) me salen con facilidad.

¿Por qué?
Porque logré delimitar ese mundo. Mis cuentos están saliendo mucho mejor, como por ejemplo –Okinawa existe_, Extranjero, Polvo enamorado, etc. Me dicen que estoy escribiendo mejor, que ese es el mundo que me corresponde y sí, efectivamente.

Usted me ha hablado de varias décadas de escritura. Si tuviéramos que comentar La iluminación de Katzuo Nakamatsu, ¿por qué gustó tanto el libro?
Porque es un mundo que yo he nacido, comprendido y estudiado. Desde los años sesenta he estudiado la inmigración japonesa al Perú. Conozco toda la bibliografía, hice estudios de campo, entrevistas, conversé con distintos actores y migrantes japoneses. Tengo una amplitud. Entonces, como esperé tanto, la cosa me sale con mucha fuerza, pero, cortita nada más.

El libro fue publicado casi una década después del anterior. ¿Qué pasó en esos diez años?
Era la época del fujimorismo. En 1994 publiqué Japón no da dos oportunidades y a partir de allí tuve una etapa de baja producción, de problemas psicológicos, depresiones. Ahí prácticamente no escribí. Pasó esa etapa y bueno hoy lo he retomado. Tengo dos novelas inéditas: Gaijin y Saber matar y saber morir.

Entonces, su década sabática coincidió con lo que ocurrió durante el fujimorismo. ¿Cómo se sintió usted como inmigrante japonés en el Perú de entonces?
Desde un principio yo sabía que la lucha entre Fujimori y Vargas Llosa era la más derechista. ¿Por qué? Porque conozco a los descendientes de japoneses. Más tarde, ambos confirmaron eso. Una vez se encontró esa pareja con Bedoya Reyes y le dijeron “Nosotros siempre hemos votado por usted”. Generalmente, las familias de descendientes japoneses votan a la derecha. Naturalmente, eso no se siente cuando gana las elecciones sino después del autogolpe. Es ahí cuando empieza a convertirse en una dictadura.

¿Cuáles fueron los autores que más influyeron en usted como escritor?
Muchos libros me marcaron. Shakespeare, Proust, Mo Yan, Corman McCarthy, o un Ribeyro. A éste último lo leí desde que estaba en el colegio y creo que mucho influyó, pero no sabría decirte de qué manera. Los años sesentas y setentas eran una época en la cual los escritores querían mostrarse experimentales, querían mostrar que la literatura era técnica. Conversación en la Catedral se puede leer como una pirámide. En dicho bar hay dos personas conversando, se produce un diálogo pero en un momento se producen 20 diálogos a la vez. Eso es pura técnica. Todos aspirábamos a eso.

El cuento Polvo enamorado está ambientado en el Mercado Central, que es un lugar recurrente en sus historias. ¿Qué época de ese lugar quiso describir usted?
Es una época de los años sesentas o cincuentas. Uhhhh ha cambiado mucho.

¿Usted vivió por allí?
No, yo viví en El Porvenir, entonces, conocía al detalle La Parada. Hice mi primera novela Final de El Porvenir en base a esa experiencia. Como teníamos una tienda, nos abastecíamos en el Mercado Central. Lo frecuentaba casi diariamente. Me iba a pie. Conocí esos barrios, el Jardín Botánico, el Cine Apolo, Paruro, etc. A mí siempre me intrigó y absorbió el mundo de los mercados. Es una deformación de tipo personal.

¿Le gustan más los personajes como el que protagoniza es cuento?
Porque yo siempre fui así. Es lo mismo que te ocurriría a ti si te trasladas a París o a Alemania. Al ser un hijo de extranjeros te tratarán así. Mira, a nosotros nos dicen ‘chinos’, pero somos descendientes de japoneses, aunque no estamos inscritos en el Consulado Japonés. Nuestra identidad y documentos son peruanos pero la imagen física no coincide con la del país. ¿Dónde has visto un peruano chinito?

¿Usted tiene hijos?
Sí.

¿Y ellos ya se sienten completamente peruanos?
Descendientes de japoneses hay cinco generaciones, pero siempre habrá problemas en la medida en que somos una minoría racial, una minoría étnica con sus propias características, y como tal vivimos la realidad. En los cincuentas y sesentas no éramos aceptados como peruanos. Eso está en cualquier bibliografía. Nosotros éramos extranjeros. A partir de los ochentas es que ya empiezan a aceptarnos, con la definición de que (el Perú) es un país multirracial o multiétnico. A partir de entonces, nos damos cuenta de que el país adquiere la conciencia de que hay mucha etnicidad, muchos grupos minoritarios y que todos formamos parte de la nacionalidad peruana.

Bueno, hoy existen lugares que buscan promover rescatar la tradición japonesa.
Venimos con una tradición japonesa de bailes, de cantos, de idiomas que paulatinamente se ha perdido y que la Asociación Peruano Japonesa trata de rescatar, de conservar. Venimos con esa tradición y en esa medida somos herederos de la tradición, pero al mismo tiempo somos peruanos. ¿Cómo conciliar ambos mundos?

Finalmente. Sobre el cuento Amor de Mr. Simmons. Ese personaje tan increíble y su pareja, Doraliza Córdoba, capaz de complacerlo por completo en lo sexual.
Ese concepto del amor es puramente carnal, sexual, sensorial. Es el encuentro de un extranjero desaforado que llega la Barrio de El Porvenir, que se convierte en su musa, que generalmente es ‘putañera’. Hay una relación amorosa que está en el extremo de la destrucción, de la autodestrucción.

¿De dónde sale este argumento?
De una película italiana muy antigua que, si no me equivoco, se llama Matrimonio a la italiana. El protagonista es tan desaforado (sexualmente) que termina quedado cuadripléjico por la demasiada sexualidad (que practica). Ese amor desaforado, insensato, llevado hasta las últimas consecuencias y hechas por un hombre extranjero, fornido y con mucho dinero. Y claro, esta mujer que logra colmarlo.

El libro tiene el título Okinawa existe. ¿Es el cuento que más le gustó?
Para este tipo de cuentos o novelas relacionadas con la migración japonesa yo ya tengo que adelantar algo. Como pasó con La iluminación y como pasará con Gaijin. El único cuento (del libro) que se prestaba para esto era Okinawa existe. Además, la mayoría de los descendientes de japoneses en el Perú son de Okinawa.

¿Y cómo es Okinawa hoy?
Es la prefectura más austral y la más pobre del Japón.