En su “Pequeño Manual Antirracista”, la filósofa busca llevar al gran público, con lenguaje didáctico, una discusión intelectual que normalmente no sale de los círculos académicos y militantes. (Video: AFP)

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VIDEO | “Nunca entres en una discusión sobre racismo diciendo ‘pero yo no soy racista’”, provoca la escritora brasileña Djamila Ribeiro.

En su “Pequeño Manual Antirracista”, publicado a fines de noviembre, la filósofa feminista negra busca llevar al gran público, con lenguaje didáctico, una discusión intelectual que normalmente no sale de los círculos académicos y militantes.

“Actualmente hay muchas personas que incluso reconocen el racismo, saben que Brasil es un país racista, pero no piensan cuán importante es tomar actitudes en relación a eso”, explicó Ribeiro en una entrevista con la AFP.

Informarse sobre racismo, leer más autores negros, reconocer los privilegios de haber nacido blanco, apoyar acciones que promuevan la igualdad racial en los distintos ámbitos de la sociedad, entre otras acciones, puede ayudar a revertir el cuadro actual, sostiene la académica de 39 años, referencia de feminismo negro en Brasil.

“Lo que está en cuestión no es una posición moral, individual, sino un problema estructural. La cuestión es: ¿qué estás haciendo activamente para combatir el racismo?”, indaga en la publicación, de poco más de cien páginas.

Inspirado en el libro “How To Be An Antiracist”, del historiador estadounidense Ibram X Kendi, y citando pasajes de autoras como Angela Davis, Audre Lorde y Bell Hooks, Ribeiro resume en diez breves capítulos los principales caminos para sumarse a esta causa, que cobra aún más relevancia, dice, en el momento actual de “retrocesos” sociales bajo el gobierno de ultraderecha de Jair Bolsonaro, defiende.

- Informarse y cuestionar el entorno –

El primer paso es informarse, apunta Ribeiro.

“En Brasil, existe la idea de que la esclavitud fue más blanda que en otros lugares, lo que nos impide entender cómo el sistema esclavista todavía impacta la forma en que la sociedad se organiza”, apunta la autora en uno de los capítulos.

Esa desigualdad se perpetúa y puede verificarse en las estadísticas: pese a representar el 55,8% de la población brasileña, los negros y mestizos están subrepresentados en el Congreso (24,4%) y en los cargos de gerencia (29,9%), ganan en media salarios 73,9% inferiores y tienen 2,7 veces más chances de ser asesinados que sus pares blancos, según el Instituto Brasileño de Geografía y Estadísticas (IBGE).

Apoyar políticas afirmativas es fundamental para reparar estas desigualdades, apunta Ribeiro, que cita como ejemplo la ley de cuotas que desde 2012 reserva a la población afrodescendiente un determinado número de vacantes en las universidades públicas.

Para que el acceso a una educación de calidad se refleje también en el mercado de trabajo, es importante cuestionar y transformar los ambientes laborales.

“¿Cuál es la proporción de personas negras y blancas en su empresa? ¿Cómo es esa proporción en el caso de los cargos más altos? (…) ¿Hay en la empresa algún comité de diversidad o un proyecto para mejorar esos números? ¿Hay espacio para un humor hostil hacia grupos vulnerables?”, interroga la autora.

- Discutir la “blanquitud” también –

El debate racial suele concentrarse en la discusión sobre las dificultades que enfrenta la población negra, sostiene Ribeiro, pero no en los privilegios de la población blanca, considerados en general como fruto del propio esfuerzo y no de un sistema desigual.

“Es fundamental discutir a partir de la perspectiva de aquellos que se benefician de la estructura racista, para identificar sus privilegios y desnaturalizarlos, entender los lugares sociales” de cada uno, afirma.

Tras reconocer sus privilegios, “el blanco debe tomar actitudes antirracistas”, sugiere Ribeiro en el manual.

“No se trata de sentirse culpable por ser blanco: la cuestión es hacerse responsable. A diferencia de la culpa, que lleva a la inercia, la responsabilidad conduce a la acción. De esa forma, si el primer paso es desnaturalizar la mirada condicionada por el racismo, el segundo es crear espacios, sobre todo en lugares donde las personas negras no acostumbran a tener acceso”.

El racismo, concluye la autora, es “un sistema de opresión que niega derechos, y no un simple acto de la voluntad de un individuo. Reconocer el carácter estructural del racismo puede ser paralizante. Al final, ¿cómo enfrentamos un monstruo tan grande?. Pero no debemos intimidarnos. La práctica antirracista es urgente y se da en las actitudes más cotidianas”.

AFP