King con el actor James Franco y el cineasta J. J. Abrams. (Foto: @StephenKing)

King con el actor James Franco y el cineasta J. J. Abrams. (Foto: @StephenKing)

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La idea de Carrie (1974), la primera novela de Stephen King, germinó durante dos trabajos del escritor: conserje y empleado de una lavandería. Y fue escrita en el remolque en el que vivía con su esposa y sus dos bebés.

El maestro del terror ya había conocido a la que hasta hoy es su cónyuge, Tabitha Spruce, estudiaba la carrera de educación y ganaba dinero como trabajador de limpieza en el instituto de Brunswick, cuando la historia se instaló en su inconsciente luego de que le encargaron, por primera vez, limpiar duchas de un baño de chicas. Un par de años después, laborando de lavandero, recordó el escenario e imaginó a una adolescente humillada por sus compañeras durante su primera menstruación.

“Reacciona… Contraataca… Pero ¿cómo? Hacía unos años que había leído un artículo en Life donde se planteaba la hipótesis de que ciertos casos de poltergeist fueran fenómenos de telequinesia (entendiéndose por ello la facultad de desplazar objetos con el pensamiento). Ciertas pruebas, sostenía el artículo, apuntaban a que la gente joven era más propensa a tener esa clase de poderes, sobre todo las niñas en el inicio de la adolescencia, cuando tienen la primera… ¡Zas!”, recuerda King en On Writing (Mientras escribo).

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King encontró en la unión de dos conceptos, “la crueldad adolescente y la telequinesia”, la base para trabajar un relato largo que derivó en una novela breve. Al iniciar la escritura de Carrie, concluida en solo 15 días, el entonces profesor de lengua arrojó el manuscrito a la basura.

“Recelé de perder dos semanas elaborando una novela corta que ni me gustaba ni podría venderse. Solución: tirarla a la basura. La noche siguiente, cuando volví del colegio, el borrador estaba en poder de Tabby. Lo había visto al vaciar la papelera, había limpiado de ceniza las páginas arrugadas, las había alisado y se había sentado a leerlas. Expresó su deseo de que acabara el relato. Yo alegué que no tenía ni puta idea sobre las niñas de instituto, y dijo ella que me ayudaría. Tenía la cabeza un poco inclinada, y sonreía de aquella manera tan mona. — Tiene posibilidades —concluyó—. Lo digo en serio”, relata King.

Colofón: los derechos de la edición de bolsillo del libro se vendieron por US$400.000 en 1973, de los que Stephen King, inquilino de un piso de US$90 al mes gracias al adelanto de US$2.500 por el primer tiraje, recibió US$100.000.

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Posted by La Prensa on miércoles, 28 de octubre de 2015


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