Isaac Rabin. (Foto: EFE)

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Se cumplen veinte años del asesinato del primer ministro israelí Isaac Rabín a manos de un extremista judío, efeméride que coincide con un repunte de la tensión entre israelíes y palestinos y el sueño de paz en la región hecho añicos.

Fue el 4 de noviembre de 1995, un sábado por la noche, cuando Isaac Rabín acababa de abandonar el podio en una gran manifestación a favor del proceso que había emprendido dos años antes con el líder palestino, Yaser Arafat, cuando ocurrió el magnicidio en la entonces Plaza de los Reyes de Israel de Tel Aviv, posteriormente renombrada en su memoria.

El ultranacionalista judío Yigal Amir, que cumple cadena perpetua y nunca se ha arrepentido de los hechos, le disparó a corta distancia tres tiros por la espalda, burlando el frágil cordón de seguridad. Tres disparos que resultaron fatales y que cambiaron para siempre el destino de israelíes y palestinos.

“Ese día acudí a la manifestación con mi hija, que tenía 12 años y dos de sus amigas y seguimos el discurso a una distancia muy próxima”, rememora a Efe Alón Liel, entonces director general del Ministerio de Economía y Planificación.

“Cuando regresamos al coche, que había aparcado muy cerca de la plaza, escuchamos en la radio que había habido tiros. Al conocer la noticia quedamos desolados”, describió Liel, exdirector general de la Cancillería israelí bajo el ejecutivo de Ehud Barak.

Este pacifista convencido y defensor del diálogo con los palestinos cree que el asesinato supuso una estocada de muerte no sólo al proceso de paz, sino que “cambió para siempre el país, su gobierno y la política que se hizo a partir de entonces”.

Y como ejemplo de ello enmarca el discurso que el pasado sábado pronunció el presidente israelí, Reuvén Rivlin, en un podio tras un cristal antibalas en la misma plaza del magnicidio, donde se dieron cita unas 50.000 personas para rememorar el aniversario.

“El presidente, al que muchos sectores tachan de ser ‘izquierdista’ habló de coexistencia, del legado, del sueño, pero en ningún momento pronunció la palabra paz, realmente tuvo que hacer un esfuerzo increíble para no recordar esa palabra”, comenta.

“Si algo logró el asesinato (de Rabín) fue borrar del léxico político en Israel la palabra paz”, subraya rotundo.

Cada año, la fecha es conmemorada en el Estado judío siguiendo el calendario hebreo, y por ello la semana pasada estuvo dedicada a rescatar lo que educadores y politólogos han dado en llamar “su legado”, un concepto cuestionado hoy por muchos al estrellarse con una realidad hostil.

Un artículo que publica hoy el diario progresista “Haaretz” lo considera poco menos que trasnochado y lo califica como “un concepto (norte)americano insignificante en la historia de Israel”.

Precisamente las palabras del expresidente estadounidense, Bill Clinton, en la manifestación de Tel Aviv, donde llamó a los israelíes a “pensar en cómo hacer para acabar su legado”, fueron elogiadas por algunos sectores y consideradas una crítica velada hacia el actual Gobierno que encabeza Benjamín Netanyahu.

“Siempre rechazó tomar el camino fácil, que era negar los hechos evidentes”, dijo Clinton, antes de recordar que “cuando (Rabín) firmó los acuerdos de paz en septiembre de 1993 dijo a los palestinos: ‘Estamos destinados a vivir juntos en el mismo suelo, en la misma tierra”.

Pero, dos décadas después del magnicidio, israelíes y palestinos se encuentran en una deriva diplomática sin precedentes y la fractura entre sectores contrapuestos de la sociedad israelí no hace más que ampliarse, poniendo en jaque el carácter democrático del estado.

La última agresión protagonizada presumiblemente por radicales judíos se produjo la pasada noche, cuando desconocidos pintaron en hebreo sobre un muro exterior del Tribunal Supremo la leyenda: “No se destruyen sinagogas, queremos un Estado judío”.

El texto, bajo investigación policial, hace referencia aparentemente a una decisión judicial relacionada con la demolición de infraestructuras ilegales, previsiblemente en asentamientos judíos.

La analista Roberta Fahn Schoffman, del “Israel Policy Forum” consideraba en un reciente ensayo que “Amir asesinó tanto al hombre como la visión de una resolución pacífica a este trágico conflicto”.

“Sin otro líder como Rabín, capaz de alzarse incluso en estos horrendos días y defender en voz alta la necesidad de un proceso político, una ‘intifada’ de ideas y propuestas en lugar de una de piedras y cuchillos, veremos más actos de terrorismo y construiremos más bloques de cemento para obstaculizar las aldeas palestinas”, predijo.

(Fuente: EFE)


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