Clement Attlee, Harry S. Truman, Joseph Stalin y sus respectivos ayudantes. (Foto: Wikimedia)

Clement Attlee, Harry S. Truman, Joseph Stalin y sus respectivos ayudantes. (Foto: Wikimedia)

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Brillaba el sol hace 70 años, cuando un grupo de limusinas condujo a los principales aliados de la coalición antihitleriana al patio interior del palacio Cecilienhof, en Potsdam. En el edificio construido en estilo de una residencia campestre inglesa, los horrores de la Segunda guerra Mundial parecían lejanos.

El 8 de mayo de 1945, la guerra terminó en Europa, con la capitulación de Alemania. En el encuentro de Cecilienhof, el 17 de julio siguiente, se decidiría cómo afrontar las oscuras secuelas del nazismo.

Desmantelando la industria militar

El presidente estadounidense Harry Truman, el primer ministro británico Winston Churchill y el líder soviético Josef Stalin pretendían, en un acto simbólico celebrado en suelo alemán, definir el nuevo orden de paz. Se concretarían las formas de pago por reparaciones de guerra, así como los futuros fundamentos económicos. Detrás de todo ello, la cuestión era cómo tratar a un país que había causado tanto dolor al mundo; y al mismo tiempo, cómo conciliar los distintos intereses propios de cada potencia ganadora.

En la radio estadounidense, Truman anunció poco más tarde que en Potsdam se habían tomado acuerdos “para acabar con el nazismo, y junto con él, la industria bélica, las fuerzas armadas, y toda la tradición militar de éstas”. La meta más importante de las reparaciones era “quitarle a Alemania todo aquello que pudiera servir como preparativo para una nueva guerra”.

A las 5 de la tarde comenzaron las negociaciones de los llamados “Tres Grandes” en la sala de recepciones, acabada en finas maderas, de Cecilienhof. Las delegaciones tomaron su lugar en una enorme mesa redonda expresamente construida por los soviéticos para esa ocasión, y transportada desde Moscú. Desde el principio, las negociaciones enfrentaron dificultades. Winston Churchill quería saber qué exactamente era lo que podía entenderse como “Alemania”.

El británico se refería a la determinación política y geográfica del territorio. Un tema central. No solo estaba sobre la mesa el interés de los aliados por mantener el territorio alemán lo más pequeño posible – por lo menos en sus dimensiones previas a la política expansiva de Hitler -, sino además, se quería definir cuán grandes debían ser las diferentes zonas de ocupación de cada potencia ganadora y, por ende, la influencia de cada una en el centro y oeste de Europa.

(Foto: Wikimedia)

Negociación fronteriza

El curso de las negociaciones puede ser reconstruido gracias a los protocolos estadounidenses y a un texto ruso. Truman no quería o no podía responder a la pregunta de Churchill, en cuando al papel futuro de Alemania. Quizá estaba sorprendido, o quizá quería ganar tiempo para dar una respuesta fundada. Como sea, se dirigió a Stalin.

Truman: “¿Y qué es lo que entiende en este punto la delegación soviética?”.

Stalin: “Alemania es lo que quedó después de la guerra. No existe otra Alemania. Austria, por ejemplo, ahora ya no es una parte de Alemania”.

Truman: “¿Por qué no decimos: la Alemania de 1937?”

Stalin: “Quitándole lo que perdió en 1945”

Truman: “En 1945 se perdió todo”. (El documento ruso agrega: “En los hechos, Alemania no existe más”.)

Stalin: “Alemania es, como se nos ha dicho, un término geográfico. Es imposible dejar de ver los acontecimientos de la guerra”.

Truman: “Pero necesitamos una línea de la cual partir”.

(…)

Truman: “Yo propuse ya la Alem/ania de 1937”.

Juegos de poder

Los participantes en la conferencia se adhirieron a la propuesta de Truman. Como consecuencia, decidieron dividir a Alemania en las zonas de reparación occidental y oriental.

Al mismo tiempo, confirmaron la autonomía de las zonas ocupadas. Francia obtuvo una propia. En los hechos, la unidad geográfica, política y económica de Alemania se había perdido.

De las zonas de reparación surgieron posteriormente la República Federal de Alemania y la República Democrática Alemana. Con esto comenzó en Potsdam el póker de poder entre las potencias occidentales y la Unión soviética, que en pocos años escaló en la Guerra Fría.

Las negociaciones se prolongaron hasta el 2 de agosto, cuando se emitió el Acuerdo de Potsdam. En él, las tres grandes potencias dispusieron el desplazamiento de la frontera occidental de Polonia, que estaría marcada por los ríos Oder y Neiße.

Polonia era indemnizada de este modo por los territorios que fue forzada a entregar a la Unión Soviética. Los pagos por reparaciones de guerra solo fueron bosquejados. No hubo acuerdo en cuanto al procedimiento para determinarlos.

Cada potencia vencedora debería cubrir sus demandas por reparaciones con recursos de las propias zonas ocupadas. El monto por pagos a cargo de Alemania no fue determinado. Además, los jefes de Gobierno acordaron un censo de la población de origen alemán en Polonia, Checoslovaquia y Hungría.

Finalmente, Potsdam marcó un punto de quiebre en la historia internacional. El imperio alemán se había resquebrajado y la propia coalición de aliados comenzaba a desmembrarse.

Además, el carismático primer ministro Churchill fue desplazado por el líder laborista Clement Attlee en los primeros comicios británicos de la posguerra. Y el presidente Truman, inexperto en cuestiones de política exterior, dio durante la conferencia la orden de lanzar la primera bomba atómica.

Puerta a la comunidad internacional

¿Qué significado tuvo el encuentro para Alemania? En Cecilienhof no ocupó un punto central la sanción al agresor. De este modo, la conferencia daba una señal de esperanza.

Otras propuestas, según las cuales los alemanes debían sufrir esclavitud o convertirse en un pueblo de campesinos, jamás fueron discutidas. La puerta para el retorno de Alemania a la comunidad internacional se abría un poco más, no por último, debido a que Estados Unidos reconoció tempranamente la importancia de Alemania occidental en la contención del expansionismo soviético.

A su regreso de la conferencia, mientras viajaba de Berlín hasta Washington, Truman afirmó en una declaración radiofónica que venía de una ciudad “desde la cual los alemanes querían dominar al mundo. Hoy es una ciudad fantasma. Los edificios, la economía y las personas están por los suelos. Haremos lo que podamos para que Alemania vuelva a ser una nación. Para que al final encuentre el camino que la saque del caos económico en el que se metió, y que la lleve de nuevo a ocupar un sitio en el mundo civilizado”.

(Fuente: Deutsche Welle )