George Bush, presidente de USA en el Air Force One. (Foto: ERIC DRAPER / THE WHITE HOUSE / AFP)

George Bush, presidente de USA en el Air Force One. (Foto: ERIC DRAPER / THE WHITE HOUSE / AFP)

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El 11 de septiembre de 2001 el caos reinó en Estados Unidos (USA). Cuatro aviones fueron secuestrados por terroristas de Al Qaeda; dos de ellos se estrellaron en las Torres Gemelas en Nueva York, otro en el Pentágono y otro no llegó a su objetivo.

El presidente de USA en ese momento, George W Bush, de inmediato fue evacuado al Air Force One, el avión presidencial que tenía como objetivo alejarse de cualquier situación de peligro mientras el país estaba bajo ataque.

Se activaron todos los protocolos de seguridad y los funcionarios de alto nivel fueron evacuados. En la Casa Blanca, por primera vez desde su construcción en la Segunda Guerra Mundial, se utilizó el ‘bunker’ para resguardar a los funcionarios en caso de un ataque.

Sin embargo, quien debía – según la cadena de mando – estar al frente dado que el presidente se encontraba en el Air Force One, era el secretario de Defensa Donald Rumsfeld. No obstante, tras el ataque al Pentágono, en lugar de ser evacuado y confrontado en una tragedia, decidió ir a la zona de impacto a ayudar en las acciones de rescate. Si bien esa acción lo hizo merecedor del cariño de las fuerzas armadas, en términos de manejo de crisis, era todo lo contrario a lo que debía hacer.

Cuando se intentaba localizar a Rumsfeld, la respuesta era “en el edificio”, recuenta History en un especial del 11S. Uno de los agentes de seguridad de Rumsfeld, Aubrey Davis explica que el Centro de Comunicaciones seguía preguntando dónde estaba el secretario y él respondía que ellos lo tenían. Pero no los escuchaban.

En la Casa Blanca se temió lo peor, y mientras se buscaba al secretario de Defensa, el entonces vicepresidente, Dick Cheney, quedó durante una hora en la difícil posición de tomar decisiones en medio del peor ataque terrorista en suelo estadounidense.

El comandante de la Armada y director de Programas de Contingencia Presidencia, Anthony Barnes, recuerda “todos mis hombres en el sala (en la Casa Blanca) tenían al menos dos teléfonos en sus oídos. Estaba hablando con el centro de operaciones del Pentágono en una línea, en la otra FEMA, y las personas estaban preguntando qué hacer y cómo hacerlo”.

Una de las cuestiones críticas era definir cómo manejar el tema de aviones secuestrados. Se llegó a temer que 12 aviones estuvieran en manos de los terroristas de Al Qaeda, suponiendo un peligro para todos.

Ese fue el momento en que el Pentágono solicitó permiso para hacer lo que nadie había imaginado jamás: derribar un avión comercial lleno de civiles.

A aproximadamente las 10:15 am, cuando ya las Torres Gemelas se habían desplomado, llegó el momento de la verdad para Cheney. “El Pentágono pensó que había otro avión comercial secuestrado, y solicitaban permiso para derribar un avión comercial identificado. Pregunté al vicepresidente y él respondió afirmativamente. Pregunté de nuevo para estar seguro”, narró.

‘Señor, ¿estoy confirmando que me está dando permiso?’ (…) Quería asegurarme de que no hubiera ningún error. Sin dudarlo, (Cheney) dijo que cualquier avión secuestrado podía ser derribado”, agregó.

Sin embargo, ¿estaba Cheney autorizado para dar la orden? El vicepresidente no es en realidad parte de la cadena militar de mando, y en teoría, no tiene la autoridad para ordenar a los militares en batalla, menos tomar decisiones nunca antes tomadas, como derribar aviones comerciales llenos de civiles. De acuerdo a los protocolos, solo el presidente podría hacerlo.

De acuerdo al periodista Garret M Graff, autor de The Only Plane in the Sky: An Oral History of 9/11, en años de investigaciones no se ha podido comprobar que Cheney hubiera hablado antes con Bush para recibir la autorización. Ambos, sin embargo, han dado a entender que sí lo hicieron.

Asimismo, según funcionarios presentes en la Casa Blanca y testigos se sugirió a Cheney comunicarse con Bush para confirmar la orden. El subjefe de la Casa Blanca quería que el presidente fuera informado que el vicepresidente había dado esa orden, una sin precedentes en la historia de USA.