Vladimir Putin, presidente de Rusia. (Foto: EFE)

Vladimir Putin, presidente de Rusia. (Foto: EFE)

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Tatarstán, la república con mayores cuotas de autonomía de la Federación Rusa, se ha convertido en una “patata caliente” para el jefe del Kremlin, Vladimir Putin, al pedir la firma de un nuevo tratado de reparto de poderes con Moscú.

Los tártaros, la segunda etnia del país tras los rusos, se basan en la Constitución aprobada en 1992 y que deja la puerta abierta a la autodeterminación al dar prioridad a la legislación regional sobre la federal.

El actual tratado expiró el mes pasado y el Congreso Mundial de los Tártaros (CMT) ya pidió en junio a Vladimir Putin su renovación, algo que el Kremlin no parece tener prisa en hacer, lo que comienza a inquietar a esa etnia de credo musulmán.

Según afirmó el diario Kommersant, el Kremlin considera que ese tratado es obsoleto, aduciendo que un Estado federal no puede construirse sobre la base de tratados con sus miembros.

Con la excepción de algunos miembros de la organización islamista Hizb-ut-Tahrir detenidos por actividades extremistas en la república, los tártaros nunca han seguido la senda chechena, pero su identidad nacional y cultural está muy arraigada.

El jefe del comité ejecutivo del CMT, Rinat Zakírov, aseguró esta semana que dicha petición no es un capricho pasajero, sino la voluntad de la mayoría de habitantes de la república, situada en el curso medio del río Volga y donde en torno al 40 por ciento de la población es rusa.

Recordó que en 1992, justo después de la desintegración soviética, más de 60 por ciento de los tártaros votaron en referéndum que su república es un Estado soberano y sujeto del derecho internacional.

No se limitan a eso, sino que quieren seguir manteniendo la figura del presidente de la república, algo que dejó de existir en en el resto de entes federados en 2016 y que el Kremlin tampoco ve con buenos ojos.

El primer presidente tártaro, Mintimer Shaimíev, un político con gran autoridad moral en Rusia, recordó que la república firmó en 1994 su primer tratado con Moscú – cuando Borís Yeltsin dirigía el Kremlin – en el marco del proceso de federalización del país heredero de la URSS.

“Dicho tratado decidió el destino del país. Fue como cruzar un puente sobre el infierno. Con el tiempo dirigentes, políticos y expertos han valorado dicho tratado de repartos de competencias entre Rusia y Tatarstán como uno de los principales factores para el mantenimiento de la integridad del Estado ruso”, apuntó.

Ya con Vladimir Putin en el poder, Tatarstán firmó con Rusia un nuevo acuerdo en 2007 que ha permitido limar algunas discrepancias jurídicas, pero que no ha eliminado todas las contradicciones entre las constituciones local y central, opinó.

Sea como sea, se mostró convencido de que ambas partes encontrarán un “lenguaje común”, ya que los tártaros son los primeros interesados en una “Rusia fuerte”, lo que permitirá su reconocimiento internacional como un Estado federado.

“Incluso en los períodos más difíciles defendimos el reforzamiento económico de Rusia y respaldamos esas declaraciones con nuestro trabajo”, subrayó.

No obstante, sus críticos consideran que esa exclusividad tártara crea un peligroso precedente, ya que unos pueblos lo ven como un agravio comparativo y otros como un ejemplo a seguir en un futuro.

Además, va en contra de los intentos de Vladimir Putin de sofocar de una vez por todas los ardores separatistas que tanto esfuerzo costó apagar en el Cáucaso, en especial Chechenia, donde se libraron dos cruentas guerras por ese motivo.

Vladimir Putin, que siempre presume de haber evitado con su llegada al poder una segunda ola secesionista en el país, mantiene que la fuerza de Rusia radica en su unidad en el marco de un Estado con la lengua rusa como nexo de unión.

Los analistas aún no lo consideran un problema, pero creen que si el Kremlin se muestra inflexible la reacción de los tártaros, más de cinco millones repartidos por todo el país, puede ser muy negativa de cara a las elecciones presidenciales de marzo de 2018.

Tatarstán, donde la etnia local domina todos los resortes del poder político y económico, aunque musulmanes y cristianos conviven en paz, es una de las regiones más desarrolladas del país gracias a los hidrocarburos, mientras Kazán es considerada la tercera capital rusa tras Moscú y San Petersburgo.

La demanda de los tártaros no es tanto política o económica como identitaria y es un intento de contrarrestar la asimilación religiosa, cultural y lingüística rusa.

De hecho, entre las demandas que se oyeron en el Congreso que se reúne cada cinco años figuró la de que el tártaro sea considerado lengua oficial por la Constitución al igual que el ruso, como ocurre en otros Estados federales.

Fuente: EFE

DATOS CLAVES DE VLADIMIR PUTIN

Vladimir Putin nació el 7 de octubre de 1952 en Leningrado (URSS), ahora San Petersburgo, Federación Rusa).

En la década del 70 fue reclutado por la KGB y en los 80 tras terminar sus estudios en la Academia de Espionaje fue enviado a la República Democrática Alemana (RDA) donde sirvió hasta la caída del Muro de Berlín.

Hacia 1999, por primera vez se convirtió en el jefe del Kremlin, cuando Boris Yeltsin renunció inesperadamente a la Presidencia de Rusia y asumió el cargo interinamente. Desde entonces, Vladimir Putin ha sido tanto presidente como primer ministro de Rusia.