Este domingo hay elecciones parlamentarias en Rusia y el partido de Putin tiene todas para ganar (Foto: EFE)

Este domingo hay elecciones parlamentarias en Rusia y el partido de Putin tiene todas para ganar (Foto: EFE)

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Los hijos de la involución rusa, aquellos opositores como Serguéi Kribob que fueron encarcelados por participar en las protestas postelectorales en 2011, reconocen a Efe que el líder ruso, Vladimir Putin, ha encadenado a la oposición.

Rusia es mucho menos democrática que hace cinco años. La realidad es que ahora, incluso sin fraude, Putin ganaría las elecciones. La repetición de las manifestaciones antigubernamentales contra el partido del Kremlin es imposible”, admitió.

Kribob es uno de los hijos de la conocida como involución democrática que ha vivido Rusia desde que Putin regresara al Kremlin en mayo de 2012, proceso que incluye la adopción de leyes contra la libertad de reunión y la creación de la temida Guardia Nacional.

La víspera de las elecciones parlamentarias de mañana, domingo, donde no se esperan sorpresas y la victoria del partido del Kremlin, Rusia Unida, es un hecho, Kribob recuerda lo ocurrido hace cinco años.

Todo empezó cuando más de cien mil personas salieron a la calle a protestar contra el fraude que favoreció a Rusia Unida en las elecciones legislativas de diciembre de 2011, movimiento que desembocó en la mayor ola de protestas desde la caída de la URSS.

“La gente salió a la calle por la falsificación de los resultados. Sólo en el colegio en el que yo estaba de observador se introdujeron de manera ilegal 300 papeletas”, rememora.

Esa primavera de libertad – instigada por EE. UU., según Putin – terminó el 6 de mayo cuando un nueva manifestación opositora en la plaza Bolótnaya acabó en una batalla campal entre los efectivos antidisturbios y los activistas opositores.

“Yo pensaba que había llegado una nueva ‘perestroika’ (reestructuración) y que cambiarían las autoridades. Ahora entiendo que era un ingenuo, ya que Putin está dispuesto a todo con tal de conservar el poder, a cualquier crimen, a derramar sangre, si es necesario”, asegura.

Esa protesta fue la primera desde que Putin había ganado de manera aplastante las elecciones presidenciales en marzo de 2012, y la víspera de su ceremonia de inauguración en el Kremlin.

“Putin ya no tenía miedo. Antes no podía dispersar las manifestaciones porque tenía por delante las presidenciales. Cien mil personas con pancartas de ‘Putin ladrón’ y la prensa extranjera mostrando cómo el pueblo no quiere a Putin. A nadie le gustaría eso”, apunta.

Cientos de manifestantes fueron detenidos, algunos de ellos semanas o meses después, como él, que fue apresado en octubre y condenado a 4 años de cárcel, de los que la mitad las pasó en la prisión preventiva de Matróskaya Tishiná en Moscú.

Le acusaron de haber agredido a un policía – aunque él mantiene que fue un simple forcejeo – y a un efectivo antidisturbios, al que arrebató la porra con la que le había golpeado repetidamente.

Kribob se declaró en huelga de hambre en dos ocasiones (42 y 64 días) y tras la última sufrió un infarto al ser trasladado al tribunal en una celda móvil sin ventanas.

Recuerda que en prisión “muchos apoyan a Putin, pero no porque no lo consideren un criminal, sino porque si estuvieran en su lugar harían exactamente lo mismo”.

“Vivimos en un país de ladrones. Putin es el ladrón de ley, según la terminología mafiosa, y nosotros los ladronzuelos de poca monta lo respetamos. Él roba a su nivel y nosotros al nuestro”, asevera.

DICE QUE NO HAY MUCHO QUE HACER

Una vez en libertad cree que la oposición perdió una gran oportunidad para cambiar las cosas, pero que ya es tarde, y las fuerzas de seguridad tienen “las manos libres” para reprimir cualquier amago de protesta.

“Incluso cuando mataron a (el opositor liberal Boris) Nemtsov en febrero de 2015 habían apretado tanto las tuercas que era imposible hacer nada. La represión sería mucho peor que en 2011. Han aprobado leyes que permiten disparar contra las mujeres. Están dispuestos a todo”, señala.

Con todo, su diagnóstico es que el problema no está en el Kremlin, sino a ras de suelo, ya que “la mayoría de los rusos son pasivos y cobardes y se creen a pies juntillas la propaganda que escupe la televisión pública”.

“Me sorprende que la gente que recibió la libertad en la ‘perestroika’ esté dispuesta a renunciar a esas conquistas a cambio de seguridad. La mayoría de la gente no considera que los derechos y libertades sean valores a defender. Su prioridad es el coche y las vacaciones”, lamenta.

Con respecto al futuro cree que a medida que la situación económica empeore la gente se indignará cada vez más con las autoridades, pero cree que los cambios democráticos no están ni mucho menos garantizados.

“Con Stalin tampoco se podía hacer nada. Sólo después de su muerte hubo un proceso de deshielo, pero hay que reconocer que las cosas fueron de otra forma y en vez de ‘perestroika’ podíamos haber acabado como Corea del Norte”, señala.

(Fuente: EFE / Ignacio Ortega)