Las superbacterias son aquella que son resistentes a los antibióticos (Foto: Flickr / John Voo)

Las superbacterias son aquella que son resistentes a los antibióticos (Foto: Flickr / John Voo)

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El mundo encara la amenaza global que representa la resistencia a los antibióticos y otros antimicrobianos con más preguntas que respuestas, aunque con la certeza de que parte del problema está en la forma de producir alimentos.

La semana pasada la Asamblea General de la ONU acordó por primera vez luchar contra las superbacterias, resistentes a unos fármacos que antes funcionaban y que cada vez son menos eficaces, lo que dificulta el tratamiento de infecciones comunes y potencialmente mortales como la neumonía o la malaria.

Solo en tres ocasiones anteriores ese órgano de alto nivel se había reunido para abordar una cuestión de salud, en concreto el VIH, las enfermedades no transmisibles y el ébola.

Esta vez los países se comprometieron a adoptar una estrategia coordinada contra la resistencia a los antibióticos, que ha aumentado con el uso y abuso de medicamentos en humanos, animales y plantas, y que constituye “el mayor y más urgente riesgo global requiriendo atención nacional e internacional”.

MILES DE MUERTOS

El director general adjunto de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Keiji Fukuda, recordó esta semana en Roma que se trata de un problema que “está ocurriendo ahora y en todas partes”, y que no depende del nivel de desarrollo.

De hecho, en Estados Unidos se estima que unas 23.000 personas fallecen al año por infecciones resistentes a los antibióticos y en la Unión Europea otras 25.000.

El Banco Mundial también ha sacado sus proyecciones: esas enfermedades podrían causar una fuerte crisis económica que arrastraría hasta 28 millones de personas a la pobreza para 2050.

Por eso, enfatizó Fukuda, en los próximos meses habrá que coordinar los esfuerzos internacionales, destinar recursos financieros, concienciar más a la población y aplicar en los países un plan elaborado por la OMS, la agencia de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y la Organización Mundial de Sanidad Animal (OIE).

Muchas de las miradas están ahora puestas en el sector primario, donde se suelen usar medicamentos para tratar las enfermedades animales o evitar que se propaguen en granjas y piscifactorías (llegando incluso a dejar residuos en los suelos, cultivos y agua).

Unas prácticas que abren la puerta a la aparición de microbios resistentes que después pueden afectar a los consumidores.

¿POR DÓNDE EMPEZAR?

El jefe de Veterinaria de la FAO, Juan Lubroth, destacó a Efe que necesitan sobre todo tener mejor información sobre el comercio y el consumo de antimicrobianos en la producción de alimentos para saber cuál es la situación actual y poder medir los avances en el futuro destinando, claro está, fondos.

Tras el respaldo internacional obtenido, “creo que sería más fácil si realmente hay ese compromiso técnico y político en cada uno de los países”, apuntó.

Durante mucho tiempo las negociaciones han estado encalladas por la negativa de Estados como Argentina o Brasil, influidos por los intereses de su industria, a dedicar más recursos para la investigación de esa creciente amenaza.

En un reciente acto, la embajadora brasileña ante la FAO, Maria Laura da Rocha, intervino escuetamente para dar la bienvenida a la declaración de la Asamblea General, haciendo hincapié que esta incluye la prevención “basada en evidencias científicas” y la ayuda a los países en desarrollo que carecen de medios.

La ONU busca promover el acceso a antibióticos a precios asequibles, vacunas y otros servicios sanitarios, el uso responsable de antimicrobianos, la higiene, la innovación y las buenas prácticas en general.

Está por ver si los países darán finalmente el paso de prohibir la polémica utilización de antibióticos para estimular el crecimiento de los animales que se realiza a través, por ejemplo, de piensos.

“Es algo urgente, debería prohibirse tan pronto como sea posible, ya que no hay una razón creíble para su uso”, estimó Jim O’Neill, presidente del grupo de expertos que elaboró un estudio a petición del Reino Unido, país que ha decidido reducir a 50 miligramos por kilo el uso de antibióticos en ganadería y acuicultura para 2018.

A su juicio, también se requieren sistemas de vigilancia más avanzados y aumentar la transparencia sobre los alimentos que se consumen.

Según ese informe, para 2050 diez millones de personas morirán al año por la resistencia a los antimicrobianos – más que por el cáncer -, con un coste para la economía mundial de 100 billones de dólares capaz de cuestionar los cimientos de la medicina moderna.

(Fuente: EFE / Belén Delgado)