Los países que participaron en el estudio lo hicieron en función de su capacidad para alimentarse de forma sana y sin agotar los recursos naturales. (Foto: Getty Images)

Los países que participaron en el estudio lo hicieron en función de su capacidad para alimentarse de forma sana y sin agotar los recursos naturales. (Foto: Getty Images)

Síguenos en Facebook



Los países del G20 tienen una alimentación diferente, pero todos deben afrontar el impacto de la malnutrición o el desperdicio de alimentos con políticas con las que Francia y Japón destacan a la cabeza y la India a la cola del grupo.

La sostenibilidad de los sistemas alimentarios es lo que mide un nuevo índice elaborado por la Unidad de inteligencia de The Economist y el Centro para la alimentación y la nutrición de la Fundación Barilla, de la conocida compañía italiana de pasta.

Para el estudio eligieron a los países miembros del grupo de las veinte mayores economías, que concentran el 85 % del PIB y dos tercios de la población a nivel global, y otros seis invitados de regiones menos representadas (Colombia, Egipto, Etiopía, Israel, Nigeria y Emiratos).

A los 25 países seleccionados los puntuaron en función de su capacidad para alimentarse de forma sana y sin agotar los recursos naturales a partir de 58 indicadores.

El índice general lo lideran Francia, Japón y Canadá por su “buena política ambiental y la concienciación de los consumidores”, asegura a Efe la investigadora de The Economist Maria Luiza Apostolescu.

Francia tiene altos niveles de desperdicios de alimentos (unos cien kilos anuales per cápita), pero ha implementado una “fuerte regulación” para evitarlos, sus niveles nutricionales son altos y ha actuado contra los hábitos nocivos con impuestos a las bebidas azucaradas.

Según Apostolescu, Canadá tiene uno de los modelos “más interesantes” de apoyo a la agricultura sin subsidios (promoviendo, por ejemplo, el uso de las fuentes de energía de la manera más barata y efectiva) y Japón también ha tomado medidas para no desechar alimentos y producirlos de modo más sostenible.

En la parte baja de la tabla el panorama pinta mucho más negro. La India obtiene la peor puntuación de todas por el mal uso del agua, la baja calidad de los subsidios agrícolas y la elevada desnutrición, entre otros factores.

Le siguen de cerca Arabia Saudí, Egipto y Emiratos, con una agricultura poco sostenible y grandes cantidades de alimentos desperdiciados.

Los dos países del Golfo tienen las mayores tasas de sobrepeso analizadas en el estudio, mientras que solo en el caso saudí se tiran a la basura 427 kilos por persona y año.

No son fenómenos aislados. La obesidad y la falta de ejercicio físico aparecen como dos cuestiones críticas en quince países.

Como dice Apostolescu: “En las sociedades modernas, la mayoría de la gente vive en zonas urbanas y tienen trabajos sedentarios de 8 a 12 horas al día. Las personas no tienen tiempo o dinero para preparar su comida y eligen platos ya hechos con altos porcentajes de azúcar y poca fibra”.

En ese contexto, dice, el despilfarro de alimentos un tercio de su producción mundial se pierde o se tira son “el coste de oportunidad” de quienes han dejado de apreciar el “verdadero valor de la comida”.

La especialista de la fundación Katarzyna Dembska pone de ejemplo países emergentes y tremendamente desiguales como Sudáfrica, la India o México, que han adoptado estilos de vida occidentalizados y ahora por culpa de la dieta también sufren problemas como la diabetes.

Detalla que si en los países desarrollados “el hambre no es tan relevante como puede serlo en otras partes como la India o Etiopía”, sí padecen al igual que otros más pobres deficiencias de micronutrientes. Una amenaza seria a la salud que, sin embargo, el informe considera “subestimada”.

La producción de alimentos tampoco se salva de las críticas. Según Apostolescu, prácticas agrícolas como los monocultivos, el exceso de riego y el abuso de fertilizantes y pesticidas están llevando a “círculos viciosos insostenibles”.

En ellos los suelos se contaminan, más gases de efecto invernadero se liberan, la biodiversidad se reduce y todo eso tiene un impacto negativo en las dietas.

No es algo de lo que otros informes no hayan advertido, pero este estudio trata de indagar en los datos disponibles y recoge otros nuevos que los países podrán tomar en cuenta si quieren lograr el “desarrollo sostenible” al que se han comprometido para 2030, cuando habrá 8.500 millones de personas en el mundo.

(Fuente: EFE)