(Foto: Wikimedia)

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Trece minutos determinaron el fracaso del plan de Georg Elser en su intento de matar a Hitler y la completa dirección del partido nazi en la taberna muniquesa Bügerbräukeller. Tan solo 13 minutos, ya que Hitler abandonó antes de lo planeado la sala tras dar un discurso. Georg Elser no cometió ningún error.

Había calculado todo minuciosamente. La bomba que había escondido en una de las columnas del Bürgerbräukeller explotó puntualmente, tal como Elser lo había programado. También había calculado correctamente la fuerza de la explosión. La columna detrás de la tribuna de orador se derrumbó y con ello también el techo en ese lugar, sepultando a siete miembros del NSDAP, así como a una mesera.

Para conseguir el explosivo, Elser incluso había trabajado en una cantera. Durante 30 noches se escondió en el Bügerbräukeller esperando a que cerraran la taberna, con el fin de montar el explosivo en la columna sin que alguien se diera cuenta. Después procedió a construir el artefacto explosivo. Todo en solitario. Elser no contó con la ayuda de nadie, pero, sin lugar a dudas, le sirvió haber aprendido el oficio de carpintería.

Georg Elser nació en 1903 en la pequeña localidad de Hermaringen, en el estado federado de Baden-Württemberg. Creció en un ambiente humilde. Su padre era alcohólico, por lo que su madre sufría mucho. Desde pequeño, Elser conoció la injusticia y no la soportaba. Más tarde, durante la crisis económica mundial, este sentimiento se intensificó. En 1928, Elser incluso fue miembro de la alianza comunista Combatientes Rojos del Frente. No obstante, siempre apreció la independencia y el libre pensamiento. ¿Pero qué llevó a Elser a cometer este acto del que tantos tenían miedo?

Un atentado justificado
En los años de 1937 y 1938 Georg Elser veía cómo Alemania se armaba cada vez más para una gran guerra. La propaganda antihumana nazi le parecía insoportable. A más tardar después del acuerdo de Múnich, en 1938, para Elser estaba claro que se avecinaba una guerra. Algo que quería impedir a toda costa.

Elser estaba convencido de que esto no se iba a lograr repartiendo volantes. Se necesitaba una acción radical. Tampoco bastaría con matar a Hitler, iba a ser necesario deshacerse de toda la dirección del partido nacionalsocialista, para garantizar el fin de su poder. El Bürgerbräukeller era ideal para ello, porque allí se reunían los principales líderes nazis.

Mucho antes de que otras personas en Alemania se armaran de valor para rebelarse, Elser había tomado su decisión. Sabía que tenía que actuar rápidamente, por lo que no tuvo tiempo para organizarse con otras personas. Además, un cómplice hubiera sido un factor de riesgo muy grande.

En la vida personal, Elser era amante de la música y una persona muy sociable. Tocaba la cítara y el contrabajo, y le gustaba pasear con sus amigos por la Selva Negra. En 1930, tuvo un hijo con su novia. Elser amaba la vida, pero también tenía sus momentos de reflexión y silencio. Después de su detención, afirmó que no tenía remordimientos. Actuó sobre todo en autodefensa, para impedir el derramamiento de sangre y la catástrofe total. En su opinión, el atentado estaba justificado.

El fin de Elser
Georg Elser no esperó la explosión, porque había planeado huir a Suiza. Sin embargo, fue detenido al querer cruzar la frontera. Llevaba consigo material para construir una bomba e indicios sobre el lugar del crimen. Con ello, había querido comprobar a las autoridades suizas la autoría del atentado a fin de evitar su extradición.

Después de una odisea por diferentes cárceles alemanas, Georg Elser fue trasladado al campo de concentración de Dachau. Cerca de un mes antes del fin de la Segunda Guerra Mundial, fue asesinado con un tiro en la nuca, el nueve de abril de 1945.

Apenas en los años 60 del siglo XIX un historiador descubrió los protocolos originales de los interrogatorios nazis, en los que Elser había revelado mucho sobre su persona. Así, finalmente pasó a formar parte de la memoria colectiva alemana. Hoy día, muchas calles, lugares y escuelas, incluso un premio de coraje civil, llevan su nombre.

Fuente: Deutsche Welle